miércoles, febrero 08, 2006

SOUNDTRACK 9: BIOROCKS

Johnny Cash ya camina firme y erguido sobre la línea que enlaza al cine con la música popular. Con el estreno de Walk the line (En la cuerda floja), el género de los biopics (películas biográficas) añade un exponente más en su división dedicada a las estrellas musicales del siglo XX. Algunas de ellas han visto su biografía convertida en telefilm o producción larga destinada sólo a la televisión, como el caso de Elvis Presley de la mano de John Carpenter a finales de los setenta, o Diana Ross y Dolly Parton años más tarde, aunque en la gran pantalla han gozado de un mayor grado de espectacularidad y rigor artístico las vivencias creativas y personales de mitos y estrellas del rock, el pop o el soul.

Este tipo de biopic musical no sigue un esquema fijo para cada retrato. Existe la fórmula centrada en repasar la vida de un músico casi paso a paso, desde su nacimiento hasta su muerte o hasta la fecha si aún está con vida. Ocurre con La Bamba (1987), homenaje al malogrado Richie Valens con los rasgos de Lou Diamond Phillips, o Tina (1993), en la que la actriz Angela Bassett entra en la piel de Tina Turner; otro ejemplo es Quiero ser libre (1980), prematuro perfil sobre uno de los iconos aún vivos y esporádicamente activos del country, Loretta Lynn, a la que dio otra vida Sissy Spacek.

La cumbre de esta fórmula es The Doors (1991), quizá el biopic musical definitivo, sino el mejor (a la espera de que Dylan, Elvis, Beatles y Rolling Stones merezcan su obra maestra en esta modalidad), por obra y gracia de Oliver Stone, cronista mordaz y vehemente de los años y sucesos más incómodos de la reciente historia americana. Su biografía en imágenes de Jim Morrison entra con bisturí en la agitada segunda mitad de los sesenta para convertir al líder de los Doors en el mesías y mártir de una generación lisérgica y desatada. Stone desnuda a Morrison con cariño y frivolidad, excesivo y seductor, gurú y mito, y convierte cada concierto en un campo de batalla poético. La elección de Val Kilmer como Morrison no admite discusión y la puesta en escena fascinante de Stone traslada perfectamente al espectador a aquellos años convulsos y le hace partícipe de cada actuación musical.

Otros cineastas han optado por extraer un periodo temporal concreto de la vida de los músicos de rock para presentar una aproximación a su figura y su persona. Ahí está reciente Walk the line (2005), que detiene a Johnny Cash a finales de los sesenta, más de treinta años antes de su muerte, o Ray (2004), repaso cronológico a las penas y alegrías de Ray Charles que también se para antes de entrar en los setenta y omite aspectos tanto o más atractivos y morbosos que los que la película ofrece. El mayor mérito de estos trabajos lo aporta el show actoral de Joaquim Phoenix y Jamie Foxx, así como el modo en como las canciones y recitales transmiten la pasión interna de la música y externa de sus audiencias en cada actuación. Más deficientes fueron tiempo atrás los recuerdos tormentosos que unieron a Sid Vicious y a su pareja en el frío film Sid & Nancy (1986), con un joven Gary Oldman como mito punk, y Diario de un rebelde (1995), crónica de los años previos a su creación musical del artista maldito Jim Carroll convertido en un eficiente y entonces prometedor Leonardo DiCaprio. También parcial es Stoned (2005), producción de muy próximo estreno que rescata el entorno de los Rolling Stones aunque se centra en la figura de su fallecido guitarrista Brian Jones.

Cabe recordar que no deja de ser biopic en formato documental No direction home (2005) de Martin Scorsese, centrado en los primeros años de producción musical de Bob Dylan, que sin duda merece una o dos continuaciones similares a cargo del genial director de El último vals (1978), monumental homenaje de despedida a la maravillosa The Band.

Una variante más de biopic de rock es lo que podría llamarse pseudobiopic o falso biopic. Consiste en la recreación mediante nombres ficticios de trayectorias musicales sospechosamente parecidas al modelo que le sirve de inspiración. Así, detrás de Velvet Goldmine (1998) y las andanzas de un tal Brian Slade parece esconderse el David Bowie que termina en la muerte de Ziggy Stardust y al que ayudan las facciones andróginas de Jonathan Rhys Meyers. La acción en el film de Todd Haynes es conducida por la investigación de un periodista que retrata a testigos y personajes variopintos, entre los que aparece un Ewan McGregor convertido en un nada disimulado Iggy Pop. Algunas similitudes con esta película tiene un extraño producto independiente titulado Hedwig and the Angry Inch (2001), obra teatral adaptada e interpretada en el cine por su propio autor, John Cameron Mitchell, convertido en un travestido y traumático freak rock de la era glam.

En 1979 se estrenó La rosa, protagonizada por la actriz y cantante Bette Midler, quien interpretaba a una problemática estrella de rock en decadencia cuyas andanzas recuerdan en algunos aspectos a Janis Joplin, aunque no tomaba su nombre. Por cierto, Renee Zellweger será la gran Janis en su correspondiente biopic de próximo estreno, así como Keira Knightley pondrá imagen a Karen Carpenter. Y quizá también Jennifer Jason Leigh se inspiró en alguna estrella musical desequilibrada para componer el desolador retrato de la que interpreta en el irregular film Georgia (1995). Peor resultado ofreció el cada vez más perdido Gus van Sant en Last days (2004), absurda, patética y anticinematográfica evocación de las horas previas al suicido de Kurt Cobain con la cara y la pose de Michael Pitt. En cambio, otra inspiración más lúcida y generosa es la que tuvieron Woody Allen y Sean Penn para dirigir el primero la película Acordes y desacuerdos (1999) e interpretar en ella el segundo de manera magistral a un desalmado pero sensacional guitarrista de los años 30 que viene a ser un híbrido de varios artistas de la época, aunque con el referente de Django Reinhardt como modelo fundamental.

Por último, prueba de la buena relación que mantienen el cine y el rock and roll (siempre activa con la inclusión de temas musicales entre el score de los films), merecen un pequeño recuerdo películas como Casi famosos, Los Commitments o The Wonders, cariñosos acercamientos a la vida de inventadas bandas de rock a cargo de Cameron Crowe, Alan Parker y Tom Hanks respectivamente. Más paródica y menos creíble es Escuela de Rock (2003), de Richard Linklater, donde Jack Black se convierte en el portavoz de una idea tan maravillosa y imperecedera para tantos de nosotros como que el rock es la banda sonora de nuestras vidas.

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