Tardó en ser protagonista de un episodio de este blog y en menos de un año encabeza dos. Es Margo Price, que no logró cuajar entre mis intereses hasta su cuarto álbum, y ahora, debo admitir, me tiene un rato siguiéndolo las huellas de sus zapatos. A pares ha publicado en 2023, primero Strays, nada más despertar el año, ahora Strays II, continuación tan luminosa como su antecesor, diría que de mayor brillo. Hay unos cuantos músicos prolíficos en estos tiempos que graban sin descanso para llenar archivos, o comparten cualquier rareza o mezcla fabricada, o reparten en dos o más entregas lo que de golpe graban en el estudio, con desigual suerte y claridad de ideas. Margo no solo tiene grandes artesanos a su alrededor, ella canta y se expresa de un modo más que artesanal, tanto en Strays como en su mellizo, al calor del cañón Topanga donde hace diabluras y delicias Jonathan Wilson, al frente de una maquinaria por la que se desliza complacida Margo Price, banda sonora californiana, sobrevolando el desierto y la costa como un águila triunfal.
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