Después de una sucesión de cimas de primera categoría (Holland, Banhart, Wilson), el cuerpo me pedía un descenso cómodo, un placer menos exigente. Y en el pedaleo me encontré con Hayward Williams, un tipo de Milwaukee del que quizá no se haya oído hablar en muchas partes. Poco importa su biografía y su aprendizaje, qué le inspira y a dónde apunta. El cruce es con su séptimo álbum, Might as well turn it up (2023) y cuesta dar con información. Qué más da. Williams, con la voz de un sesentón, está en la cuarentena, y canta apaciblemente, sin prisa, moderado y a la vez profundo, evocador de grandes espacios desde el asiento de la melancolía (We ain't alone, Between you and me). Podría saber a más, pero calma la sed. Y agrada, de nuevo, el misterio del descubrimiento.
Nota: 7/10
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