Me alegra saber que aún somos unos cuantos quienes escuchamos ciertos discos en calma (y más de una vez), atentos al detalle, a un giro, una voz, un ruido... que nos ponen el pelo de punta aislados del sonido exterior, metidos de lleno en la música durante 30 o 40 minutos. Me felicito por que me guste PJ Harvey, por que sea incomparable, dueña de su propio gen, lúcida en su riesgo, brillante en su complejidad.
A propósito de I inside the old year dying (Partisan, 2023), puedo decir que lo que menos me importa e interesa es lo que PJ canta, el recitado de un largo poema creado por ella en dialecto de su natal Dorset, una fórmula que la ha recuperado para las grabaciones de álbumes después de siete años de vacío, desde The hope six demolition project (2016). En ese mundo imaginario, la artista inglesa crea una atmósfera onírica y mágica, naturalista, delicada pero a la vez misteriosa, y acompañada por una música que no encuentra apellidos. Pruébese a hablar de géneros... imposible.
Ella canta sin prisas, levitando, envuelta en percusiones finas, guitarras que se comprimen desde distintas direcciones, ruidos y ritmos ambientales fascinantes. Tan culpable es ella de crear ese clima hechizante como sus fiables compañeros Flood y John Parish en el apartado instrumental. Cada canción es un artilugio extraño que magnetiza, son versos que florecen o se disuelven en una gran obra (a la altura de Let England Shake) que muy poc@s pueden dar a luz.
Nota: 9/10
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