No me he parado a contarlos, y desconozco qué recuento es el más preciso. Me refiero a los álbumes de Willie Nelson, un mito e icono al que no se le agota la gasolina, fiel a grabación por año (además de otros lanzamientos en vivo, reediciones o recopilaciones). Leo que acaba de lanzar su álbum número 70 desde 1962, novedad de esta semana. Una veintena de ellos habré escuchado y, por mucho que admiro su falta de fatiga y la actitud firme con la que ha canalizado su larga carrera, nunca consigo sintonizar con su música. Siempre me deja frío, alejado de esa aura legendaria que emana de su figura de forajido de la música country. Hoy rescato en cambio quizá el disco de Willie Nelson que mejor sabor de boca me deja, sobre el que han caído ya catorce años y otros tantos (o más) trabajos hasta la fecha. Una breve reseña: en 2006 Nelson encontró la admiración de Ryan Adams, quien utilizó a la banda con la que grababa sus discos, The Cardinals, para producir Songbird. Contiene temas que el propio Adams podría haber conducido y que en la voz de Willie cobran un impulso nostálgico, a caballo entre el blues polvoriento y el country oxidado. Songbird y Stella Blue son canciones emocionantes e incluso dos versiones gastadas en exceso como Hallelujah y Amazing grace alcanzan una inmaculada dimensión de liberación.
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