sábado, mayo 12, 2018

VOLUME ONE 469: TRANQUILITY BASE HOTEL & CASINO (ARCTIC MONKEYS)


Sin AM, no habría ahora expectación. Antes de AM nunca la hubo. Han pasado cinco años desde el disco AM, su tiempo más largo entre álbumes, un tiempo adecuado seguramente para plantearse a fondo en qué consiste la identidad, para alzar una torre desde la que ver con claridad quiénes éramos y quiénes seremos.

He dejado pasar unos días para comprobar si lo que pienso del último disco de Arctic Monkeys coincide con lo que medios y webs vierten en reseñas y comentarios. En la mayor parte sí, hay coincidencias. Como en que es más probable que la crítica dé su aprobación y los fans el rechazo (los fans, ¿qué fans?, ¿siguen saltando hoy con la música de la banda en los bares y en conciertos los mismos que lo hicieron hace doce años, ¡12 años!); yo no soy ni crítico ni fan, sino un oyente al que le gusta la música y que escribe sobre música. Coincido también en la evidencia de lo que advierte uno al escuchar Tranquility Base Hotel & Casino (Domino, 2018), que las guitarras se jubilan y los teclados predominan, que el grupo entiende la madurez como un salto convencido a otra dimensión, con el riesgo y la chulería de prescindir de canciones con poder de single sin temblor alguno, confiados en su nombre, quizá en su imagen, en la marca Arctic Monkeys.

Hay en el disco unidad y clima, seguridad en la propuesta, una densidad cautivadora (“si este disco lo hubiera grabado otra grupo pasaría desapercibido”, someone dixit), pero no me gusta. Me descoloca y me aburre. Después de AM, Tranquility… es una lastimosa decepción. Añoro las guitarras.

Nota: 4/10

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