Hacen falta
matices novedosos o enfoques que se salgan de lo común, de lo que suena
trillado, para conseguir hacer atractivos hoy algunos géneros americanos de
raíces. A veces está muy bien meterse una buena sesión musical de country,
blues o folk de toda la vida, pero la repetición, aunque bien trabajada e
interpretada, agota o acaba aburriendo. Por eso son de agradecer tradiciones
retocadas y transformaciones ingeniosas, apuestas que en distintas épocas han
explotado Beck o Jack White, por ejemplo, con desiguales resultados y casi
siempre bien recibidas. Encuentro esos giros estilísticos en el disco con el
que descubro a Goodnight, Texas (otro de esos obsequios con los que el azar nos
hace tropezar), Conductor (2018).
A medio
camino entre el lugar de origen de sus dos componentes principales, Avi Vinocur
y Patrick Dyer Wolf, en las costas opuestas del país, se ubica en el mapa el austero
y más bien desnudo enclave de Goodnight, en el estado de Texas, que da nombre al
grupo. La acústica silencia a la eléctrica y la mandolina y el banjo, electrificados
con ecos metálicos y penetrantes, se imponen en el in crescendo poderosa de canciones
inesperadamente turbadoras (Long shot, Outrage for the execution of Willie
McGee, Tucumcari). Son estos los temas que dejan huella en un muy buen disco que
discurre por cauces revueltos de apariencia tranquila.
Nota: 7,5/10
No hay comentarios:
Publicar un comentario