La
recomendación de hoy es Kodachrome. No tenemos que animar siempre a
ver o a escuchar cine y música imprescindibles ni creernos en la
autoridad de aconsejar aquello que a nuestro juicio debería ser
obligatorio; hay películas y discos buenos, no tan buenos y bastante
mejorables que por miles de razones, la mayor parte personales, nos
apetece compartir con una recomendación. Quedémonos esta vez
con Kodachrome. Y con las viejas fotografías, la entrega a una
pasión y las brechas entre padres e hijos.
La
base de este film es el artículo For
Kodachrome fans, road ends at photo lab in Kansas,
publicado en The New York Times, que cuenta el
peregrinaje de miles de personas a una población de Kansas en 2010
donde un laboratorio reveló por última vez carretes de película
fotográfica Kodachrome. Profesionales y aficionados viajaron hasta
allí para que fotografías guardadas en sus carretes vieran por fin
la luz. Con esta premisa Jonathan Tropper escribe y Mark Raso dirige
Kodachrome (2017), una película sencilla y cercana, facilona en su
planteamiento y nada sorprendente, manida en situaciones y
desenlaces, también en el rasgo de los personajes, pero merecedora
de un cariño que la hace aconsejable.
Su
argumento crea el reencuentro entre un padre que agoniza (Ed Harris),
legendario fotógrafo con un manojo de carretes de Kodachrome aún
por revelar, y un hijo a la deriva (Jason
Sudeikis),
a punto de ser despedido del sello discográfico en el que trabaja,
divorciado y sin rumbo. El nexo que los une es la joven enfermera que
cuida del padre, esa
maravillosa actriz que es Elizabeth Olsen (de la que espero el papel
grande que confirmará su gran talento). Pues eso, nos vemos venir
las escenas y las reacciones, el cine americano nos tiene sus
esquemas machacados, pero dejaos distraer hora y media en el viaje
que recorren estos tres personajes y a través de los lazos que unen
nuestras raíces con la vida que acaba o que aún tenemos por
delante.
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