Sobre
algunos músicos que admiro profundamente trato de evitar los
términos absolutos y los juicios ciegos, no me gusta caer en los
fanatismos que ensalzan todo cuanto toca alguien venerado y el modo
en que lo hace. Sigo, persigo y disfruto aquello cuanto proponen y sé
que es mucho más probable que sus nuevos trabajos me entusiasmen que
me decepcionen (aunque la decepción sea una reacción que no tenga
cabida en el vocabulario con el que nos referimos a ellos). Aplico
esto que cuento a Iron & Wine. Quienes amamos la música como
parte indispensable de nuestras vidas debemos de agradecer
inmensamente que haya artistas como Iron & Wine, como Sam Beam.
Acepto discrepancias, acusaciones de exageración, faltaría más; sé
no obstante que algunos compartís lo que digo.
Bueno,
pues Beast Epic (Sub Pop, 2017) se celebra como merece celebrarse
cualquier obra que lleve la firma de Sam Beam/Iron & Wine: con
placer ondulante, como caricias sobre la arena y
abrazos cálidos. Desde aquel folk sedoso con que barnizaba el
delicioso álbum Our endless numbered days (2004), el autor
ha
añadido progresivamente voces, instrumentos, arreglos
y
estilos a obras igualmente brillantes, irresistiblemente hermosas,
como The shepherd’s dog (2007) y Ghost on ghost (2013). Tras
colaboraciones con Ben Bridwell y Jesca Hoop y apariciones
que
hacen todavía más sabrosos
discos de Glen Hansard y Tift Merritt, con Beast Epic regresa a aquel
momento casi
virginal de Endless… y
descarta esta vez los
adornos y las fusiones
para decantarse
por la sencillez
y la
belleza,
ingredientes
infalibles de la gran música.
Nota:
8/10