Siempre montado en un balancín, en Lou Reed es habitual coronarse
ahora y despeñarse al instante. Eso le reconforta. No me parece un tipo de fiar.
Me gustan bastante unos cuantos discos (Transformer, New York, Magic and loss),
le dedico la indiferencia a la mayoría y alguno me deprime o me hace daño (Berlin,
The blue mask, Mistrial). Nada supera en horror a Metal machine music, la ruidosa
osadía vanguardista que casi lo arruina en 1975. Sus mejores amigos le dieron
una oportunidad poco después, en una de sus peores fases enganchado a las
drogas, y a Lou le salió un álbum delicioso, Coney Island Baby (1976). El
criminal que había perpetrado Metal… se transformaba en un bohemio encantador. Los
instrumentos justos, las canciones apacibles, algún espasmo turbador (Kicks),
un poema aseado que no se sale de los raíles. Sencillo, entrañable.
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1 comentario:
Un Lou distinto al conocido hasta entonces y seguro que si entre sus 4 o 5 mejores obras. Salud
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