Viene a tocar a mi ciudad en pocos días, en un acogedor
teatro. Ya lo hizo hace años, en una sala venida a menos, donde unos pocos
maleducados no dejaron de parlotear en un rincón lo que duró su actuación. Estuvo
fenomenal pese a la grosera falta de respeto, y él se entregó a quienes fuimos
a disfrutar. Elliott Murphy es un segundón de primera categoría. El éxito que
nunca le acompañó en EEUU le convirtió en un autor consagrado en Europa. Su casa
la tiene en París desde 1990. Su cuarto disco desde que encontró allí hogar y
familia fue este Beauregard (1998), el primero que lo juntó con su ya
perdurable guitarrista Olivier Durand. Álbum de barniz reluciente y regusto sabroso,
por el que asoman rincones parisinos, guitarras cuidadosas y violines que absorben
los aromas del Sena. Impecablemente exquisito.
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