Son tan contados los discos de estos años que perduran y trascienden las fronteras del tiempo que hay que volver las páginas bastantes años atrás para encontrar tesoros de verdadera satisfacción. Lo que menos importa es el material adicional que incluye la reedición de este disco por su 40º aniversario, versiones alternativas y un par de correctas grabaciones inéditas. Ello fue la excusa para volver a saborear L.A. Woman (1971) tratando de penetrar una vez más en la esencia de aquellos días. Hoy, en el presente, The Doors siguen siendo únicos e inimitables y repetir algo que se parezca un poco a este álbum es imposible.
Además del vigor acelerado de L.A. Woman y la hechizante magia de Riders on the storm,
el disco, empapado en blues, desprende la furia de The changeling, la frescura ‘naive’
de Love her madly o la frivolidad bizarra de L’America y The Wasp. Morrison se
entrega como un chamán, su voz se aisla grabada desde el cuarto de baño y
esclavizada al alcohol. La banda tenía los días contados y tres meses después Jim
se quedaba en la bañera de su piso, en el 17 de Rue Beautreillis, París. Inmortal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario