Antídoto
contra la contaminación… Un poco de pureza, de garra, de rock vitamínico. Ahora
me suena de maravilla, bendecido por las décadas que han pasado e inmune al
desgaste. Hasta en la película más estúpida se escucha una canción de la
Creedence, en las mejores también (Apocalypse now, Nacido el 4 de julio,
Forrest Gump). Los conocí hace mucho tiempo, gracias a una película
precisamente. No tardé en comprar algunos de sus discos, vinilos que guardo en
perfecto estado. Ahora necesitaba algo auténtico e imperecedero, y qué mejor
que Creedence Clearwater Revival.
Pocas
discografías abarcan tantos buenos discos en tan poco tiempo. Entre 1968 y 1972
publicaron siete álbumes, seis de ellos casi perfectos, además de un poderoso
directo de gira por Europa, y en todos hay canciones estupendas, letras y voces
que cabalgan domadas por el contagioso pulso rítmico del grupo y el aullido cerebral
de John Fogerty desde las orillas del pantano. El éxito y los excesos de
control por parte de Fogerty acabaron con el grupo de mala manera, derivaron en
litigios y en la inevitable y triste disolución. John sigue siendo un grande
cuando sale a la carretera o se mete en un estudio aún hoy; nunca haría
negocios con él pero nunca cambiaría de dial hasta el segundo final si en cualquier
radio del mundo suena Suzie Q, Who’ll stop the rain, Proud Mary, Lodi, Green
river, Walk on the water, Pagan baby, Sweet hitch-hiker, Run through the jungle…
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