Necesitamos tomar vitaminas cada cierto tiempo para no dejar escapar fuerzas ni energías y sentir que tenemos aliento para rato. Cuando de rock and roll se trata a mí me viene que ni pintado un bootleg de Pearl Jam, uno de esos piratas oficiales en directo que la banda distribuye al alcance de cualquiera. He comprado algunos y otra parte más grande de ellos… ya saben cómo la he conseguido. Estos discos me reconcilian con mi música favorita cuando me estanco en otras escuchas. Ahora la banda de Seattle ya ha empezado a grabar y distribuir los conciertos de su gira actual, la del álbum Backspacer, que empezaron en agosto pasado. Ya se pueden encontrar actuaciones en Europa, Estados Unidos y Canadá, que demuestran que Pearl Jam siguen en plenísima forma en vivo, que no les castiga la fatiga ni la apatía, sino que siguen radiantes de ilusión sobre el escenario con geniales interpretaciones y imperturbable placer por su profesión.
Los bootlegs de PJ son cajas de sorpresas. El grupo juega con la selección de canciones, escoge lo que le apetece, los temas y el orden en que tocarlos. De repente rescata una canción del olvido que uno nunca ha escuchado antes en un concierto y la enlaza a otra con la que parece no casar bien, pero sí que funciona. O termina un bis con un tema que quedaría mejor al comienzo de otro o empieza uno como mejor hubiera acabado el bis anterior. Salta de un disco a otro con flexibilidad sin parecer forzado nunca. O hasta prescinde de un clásico para convertir en clásico un supertemazo menor. Desfilan joyitas como No way, Faithful, Smile, Life wasted, All or none, Not for you o emblemas como Black, Porch, Crazy Mary, Alive y ese bárbaro colofón que es Yellow Ledbetter.
Qué gran idea la vuestra, chicos, servirnos un poco de vuestra esencia en carne viva, en vivo y en directo hasta el infinito.