En En terapia llora todo el mundo, salvo el psiquiatra Paul Weston (un inmenso Gabriel Byrne), cuya propia vida no es inmune a las lágrimas. Llora Laura (Melissa George), la paciente de los lunes, que recurre al sexo porque no sabe amar. Llora Alex (Blair Underwood), el aviador del Ejército responsable de un mortal bombardeo. Llora Sophie (Mia Wasikowska), la gimnasta adolescente con tendencias suicidas y rebeldía afectiva. Y lloran Jake (Josh Charles) y Amy (Embeth Davidtz), un matrimonio que de tanto amarse acaba odiándose, una pareja que no puede vivir rota ni tampoco unida. Con tanto lagrimón, el propio doctor, descolocado por una revelación doméstica, necesita compartir sus penas y las de las personas a las que trata con Gina (Diane Wiest), una colega de la que llevaba tiempo distanciado.
Entrar en la serie no es fácil. Cada episodio (y son 43 los de la primera temporada) transcurre en tiempo real y en una misma habitación (salvo esporádicas salidas al exterior o entradas fugaces en habitaciones distintas). Dura entre 21 y 26 minutos y enfrenta cara a cara a dos personajes (tres en algún momento) que se intercambian confesiones y reflexiones, dudas y diagnósticos. Si la forma no se digiere como un obstáculo, entonces el espectador entrará también en la consulta y se someterá a análisis. Porque verá en las experiencias de los personajes situaciones familiares que cada día se encuentra en su propia existencia o que han marcado sus pasos para siempre.
El ser humano es débil, no sabe lo que quiere. Su control es de pronto un caos. Ama lo que desconoce sin saber cómo hacerlo. Gran serie.
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