Me da miedo escucharle, aunque acabo por rendirme y me sumo después de su escucha a un estado de traumático reposo en una dimensión desconocida. Me ha pasado ya tres veces lo mismo, con Niño rojo (2004), Cripple crow (2005) y ahora con Smokey rolls down Thunder Canyon (XL, 2007), su quinto álbum, un jeroglífico más cuyas pistas y claves resbalan y se te escapan, cuyas canciones pausadas y silenciosas guardan giros inesperados y curvas sorprendentes.
Banhart, esta especie de espantapájaros hippie o psicodélico Robinson Crusoe, teje en su último disco una pálida sábana de melodías, instrumentos, idiomas, bromas, estilos. Su mestizaje cultural se traslada a la música que propone, simple en su trazado aunque de apariencia compleja. Es un trovador fantasmal, también un singular e inteligente fenómeno de feria al que es barato llamar genio, y tampoco es para tanto. Seguro que no me he explicado bien, pero es que no es fácil explicar los sonidos variados de la música de Devendra Banhart.
Nota: Me gusta, pero me resulta imposible aprobarle con un número.
1 comentario:
suenan bien tus palabras
me temo que me va a gustar y ya me lo estás dejando escuchar...
saludos...
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