Disfruto más las canciones cuando me introducen de lleno en un paisaje o un ambiente, cuando se convierten en una experiencia sensorial y me transformo por unos minutos en un protagonista más de la breve historia a la que el grupo o el artista dan forma y sonido. Aunque apenas escuchada en el templo Tribeca, The whole of the moon, pictórica y preciosa canción de los Waterboys, me dio cobijo e instantes de emoción hace poco en la basílica que el amigo Red Stovall tiene en el Maeloc.
Hace unos veranos pisó Mike Scott nuestra playa de Riazor para dar un concierto gratuito. De noche ya, en el límite con el día siguiente, lució jovial su voz soleada para gritar a las estrellas y buscar la plenitud de la luna. No recuerdo en qué fase estaba entonces en el cielo apagado, pero sí haber viajado, como cada vez que escucho esta canción, a los acantilados de Irlanda, a los valles de Escocia o a las llanuras inglesas aunque nunca hubiera estado allí.
Es la magia interior con la que cada uno se funde en ciertas canciones. The whole of the moon trata sobre el conocimiento, confiesa el propio Scott. Para mí trata sobre el viento de la montaña, la brisa de la playa, cañones al alba y trompetas al anochecer, palacios y torres, muelles y barcos, viento y banderas... sueños. Incluida en el tercer álbum de la banda británica, This is the sea (1985), el tema fue su primer gran éxito, una joya que precede a su trabajo más folky y rural, el también estupendo Fisherman’s Blues (1988), cierre del periodo más luminoso de una banda alegre y familiar, pintores de emociones en la orilla del mar o dentro del océano.
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3 comentarios:
Usted conoce otras "sinagogas" donde también se escuchan ambas canciones, ¿verdad?
;)
Saludos veraniegos.
Vale cualquier iglesia para "musicorar", jejeje.
Pues aquí va mi humilde homenaje a esta canción y a su buen gusto, cómo no.
Saludos.
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