viernes, julio 21, 2006

BONUS TRACK 9: LIVE AT SIN-É (JEFF BUCKLEY)

A los treinta y tantos podemos descubrir todavía uno de esos ‘discos de nuestras vidas’, una de esas obras musicales que nos acompañarán hasta la muerte.

Hace años Red Stovall y yo conocimos a un tipo bastante impresentable que decía que el Grace de Jeff Buckley era "el disco más grande de la historia". Yo tenía ese disco y me gustaba mucho, cierto, pero ni antes ni ahora otorgaba a este álbum esa condición suprema. El trágico destino de Jeff Buckley ha ayudado a convertir Grace en una piedra musical no sólo extraordinaria, sino legendaria. Poco tiempo después conseguimos un EP del autor que contenía cuatro temas en directo grabados en el café Sin-é de Manhattan meses antes de la aparición de Grace, el primer y único LP publicado por Buckley en vida. Años más tarde Columbia editó un doble disco con aquella actuación completa de Jeff en una noche de agosto de 1993 y fragmentos de otras en el mismo local.

Hace bien poco que he conseguido esa edición extendida del directo en el Sin-é y ha supuesto para mí una experiencia... cómo diría... estremecedora, inmaculada, única e incomparable. Siempre he pensado que la muerte de Jeff Buckley fue una de las mayores desgracias que la historia del rock and roll se reserva. Hubo estrellas que fallecieron también demasiado jóvenes y con el tiempo suficiente para convertirse en mitos, algunos con una escasa producción musical y otros con otra más voluminosa. Pero Buckley no perdió la vida en un accidente de avión ni se autodestruyó con drogas, sólo escogió un mal momento para nadar en el Wolf River de Memphis, el día en que su banda había llegado a la ciudad para iniciar la grabación del que hubiera sido su segundo disco. Ocurrió el 29 de mayo de 1997. Tenía 30 años. Los directos publicados después y las tomas oficiales ensayadas de las canciones que hubieran sucedido a las de Grace confirman la magnitud de su pérdida.

Escuchar durante casi tres horas Live at Sin-é es algo así como un paréntesis en nuestras vidas para sumergirnos en el éxtasis de un autor en íntimo contacto con su música y el privilegiado público que llegó a escucharle y disfrutarle en el café irlandés del Greenwich Village neoyorkino. Es la música en su estado de pureza máxima. Jeff prefería sus actuaciones individuales a los conciertos con banda: quería desnudarse ante los desconocidos con el único soporte de su guitarra eléctrica, equivocarse y corregir, hablar e improvisar, alcanzar un cénit musical personal e irrepetible aunque nadie llegase con él hasta tan arriba. Pero yo creo que aquel público llegaba muy arriba.

El doble álbum Live at Sin-é salpica con breves monólogos –alguno muy divertido– una selección inmejorable de canciones propias y mágicas versiones. Sólo cinco cortes que aparecerían luego en Grace se dejan oír en el primero de los discos. Éste y el segundo incluyen minutos de catársis conquistados por las revisitaciones de The way young lovers do y Sweet thing (Van Morrison), Je N’en Connais pas la fin (Edith Piaf), Just like a woman (Bob Dylan) y, por supuesto Hallelujah (Leonard Cohen), tema que casi cayó en poder de Jeff Buckley con la doliente versión definitiva que después aportó a su único disco de estudio. Sólo Jeff y su Telecaster inseparable, un dúo tan simple y tan perfecto, convierten este disco en una obra inaudita y jodidamente MAESTRA.

Cuesta creer que Jeff Buckley sólo compartiera con su padre Tim un día en la vida, dos meses antes de la muerte de éste en 1975. Con los años ambos confluyen en la lujosa autopista que la música reserva a sus mejores autores, a especímenes insólitos dotados de un talento y un corazón desgarradores. Provistos de aulladoras voces tan prodigiosas como vacilantes y de una sensibilidad auténtica, sin trampas, a la hora de transmitir su estado emocional, padre e hijo ocupan un peldaño dorado que nadie más merece pisar en la escalera de los músicos genuinos e inimitables.

Pocas cosas hay tan bellas y purificadoras como llorar con una película. También con el directo íntegro de Jeff Buckley en el café Sin-é. Cabrón, ¿por qué nos dejaste tan pronto? Espéranos en el cielo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cada vez que veo fotos de Buckley veo a James Franco.
Si hace finalmente el biopic, al Oscar, cómo no.

rubén darío dijo...

El parecido es mucho, desde luego. Pero dudo del partido que le puedan sacar al biopic. Deduzco que no seguirá la misma línea que En la cuerda floja o Ray, que son más convencionales y no están mal. Imagino que será algo así como un biopic 'de autor', como se hizo con Capote, por lo que corre el riesgo de interesar a pocos y ser un coñazo.

Anónimo dijo...

No tengo ni idea del proyecto, aunque he leído por ahi que piensa hacerse.
Si sigue la línea de Capote sería muy interesante, ya que estaría más enfocado a su obra más que a su vida.

En todo caso, si lo hiciera James Franco sería una nominación al Oscar asegurada.