(Coincidiendo con el texto número 100 publicado en tribecasessions, cedo la oportunidad de escribir y deleitaros con más pasión musical a uno de los lectores y comentaristas más frecuentes. Bienvenido, Dufresne)
Algunos dicen que toca acústicas muy grandes. Sin embargo, creo que esa es la sensación que produce el hecho de que sea una mujer pequeña. Además de mujer y poquita cosa también es cantante, músico, compositora, freak, feminista, bisexual, activista comprometida, maniática de peinados... Yo voy a dedicar estas palabras a explicar por qué todo ello la ha convertido en una mujer GRANDE en términos artísticos, aunque he de adelantar y reconocer que parto desde ese placer que a uno le produce hablar de alguien a quien admira de forma tan profunda.
Pocos artistas han caminado por el universo de la música de una forma tan independiente y desprendida de cualquier artificio u obstáculo a la libertad creativa y emotiva como ella. Tras haber fundado su propio sello, Righteous Babe Records en 1990, sus 17 trabajos oficiales han sido editados bajo sus directrices, y también lo hará este mes de agosto su álbum número 18, Reprieve, habiendo renunciado ya a varias ofertas de empresas independientes y multinacionales en momentos diferentes de su carrera.
Esta decisión musical a contracorriente, su conocida condición feminista y una más que ambigua vida sexual reflejada en sus textos le han ido asegurando a Ani Difranco un público fiel y emocionado, atraído por esa naturaleza desnuda que emana canciones “porque sí”, “porque esto es todo lo que quiero”. Eso provoca una sensación atípica en sus conciertos, principalmente disfrutados por mujeres que gritan enfervorecidas entre canción y canción, bailan en los temas festivos y callan melancólicas y sentidamente “tocadas” en los temas más intimistas, absortas ante esas “parrafadas” cantadas, habladas o escupidas por esa pequeña mujer de enorme convicción.
Pero por encima de todo, Ani Difranco son canciones, son discos. Nace una Ani, inconformista y minimalista cuyas únicas armas son su voz y su acústica, símbolo y muestra de la originaria música folk americana que corre por sus venas y baña sus primeros trabajos. Su disco más resaltable de dicha época es Imperfectly (1992), en el que con su canción I’m no heroine reniega, al estilo dylaniano, en tono cansado y furioso, de su condición de ídolo o mente guiadora, en este caso de la causa feminista. De ahí pasa a un formato trío en la que, acompañada por Andy Stochansky a la batería y Sara Lee al bajo, luego sustituida por Jason Mercer, da vida a cinco álbumes magníficos: Out of range (1994), Not a pretty girl (1995), el más rockero Dilate (1996), el directo Living in clip (1997) y Little plastic castle (1998), cuya canción del mismo título se convierte en un himno para muchos de sus seguidores. Se aprecia una proyección hacia un folk más abierto azucarado muy levemente por música pop y rock adaptada a su propia naturaleza, a su compromiso con la música de las sensaciones auténticas. Es entonces cuando el tono de sus melodías se oscurece más, su estilo se vuelve ya por completo inetiquetable y sus temas mucho más complicados, ásperos y descorazonadores en Up, up, up, up, up. up (1999), To the Teeth (1999), en el que el jazz llama a su puerta, el mágnifico disco doble Revelling/Reckoning (2001) y Evolve (2003).
Es en este momento en el que deshace su banda, ampliada años atrás por saxos y trompetas que vinieron y se fueron y por Julie Wolf a los teclados, compañera de peripecias vitales desde el 98. Parece entonces más triste que nunca, como si después de varios años temiéndolo hubiese sido definitivamente abandonada por ella misma, por su compromiso, por la situación política que la rodea, y eso se refleja de la peor forma en su incómodo y soporífico disco Educated guess (2004), pero de la mejor en su última esperanzadora poesía musical llamada Knuckle Down (2005).
Una lesión de muñeca la ha tenido fuera de los escenarios durante casi un año y en agosto se editará Reprieve. Esperaré con toda mi impaciencia el nuevo regalo de esta pequeña gran mujer cantante.
PD: Además de todo, Ani nos obsequia por encima de sus pechos con el tatuaje más sugerente de la historia del Rock ‘n’ Roll.
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2 comentarios:
Estoy totalmente de acuerdo contigo dufresne, en todos tus comentarios sobre esta pequeña gran mujer.
Mujer admirable a nivel artistico porque ha sabido defender su musica contra las multinaciones que mercadean con el arte de otros. Ojala existieran mas artistas como ani.
Desde luego, lo más elogiable y envidiable de Ani Difranco es la libertad que tiene para hacer lo que le apetezca y editar disco año tras año. Se ha ganado el respeto mediante una serie de discos muy buenos y a medida que ha ganado peso y admiración en la escena pequeña e independiente y cada vez más en circuitos más amplios.
Pero desde el punto de vista artístico a mí ya ha dejado de interesarme desde hace un tiempo. Ojalá pudiera decir que espero con ganas su nuevo trabajo, el que aparecerá en agosto, pero me temo que no. Vale, lo escucharé y le prestaré atención porque aprecio muchos discos suyos como Not a pretty girl, Dilate, Little Plastic Castle o To the teeth, y sé que la chica puede volver a rendir como antes, pero sus últimos cuatro o cinco trabajos me han parecido tediosos, insulsos y hasta pretenciosos.
En fin, pequeña Ani (la cantante), devuélvenos la confianza.
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