lunes, junio 26, 2006

VOLUME ONE 26: PULL THE STRINGS (SANDY DILLON)

Oyes una comparación rocambolesca al saber por vez primera de alguien a quien también te recomiendan y no dudas en lanzarte a la escucha. “Es como una hermana estreñida de Tom Waits”, me dijeron. “Y está de puta madre”, además. De acuerdo, puede que Sandy Dillon tenga mal de vientre mientras canta. Mmmmm... no está mal, pero cuesta. Es dura, diría. Pull the strings (One Little Indian) es su disco de 2006, el sexto de una carrera casi clandestina desde la década pasada, subterránea como lo es su sonido, el de una artista de las alcantarillas. Cierto, recuerda a Tom Waits.

Es que produce su bizarra coctelera David Coulter, presente en aquel horrible The Black Rider de Waits, una conceptual fábula que me niego a defender. Un poco de aquel malsano ambiente emerge en este Pull the strings, música por momentos enferma, a veces suciamente delicada, irritante y desesperada, sonidos que buscan auxilio para ver la luz. Es difícil, ya digo, no permite sitio a lo convencional. Hay cajas golpeadas que sirven de percusión, violines chirriantes, grabaciones repetidas, cuerdas tremulantes, órgano tabernario, hojas de sierra temblorosas, alguna pulida slide guitar y mucha disonancia. Y una voz temible, como el lamento de Patti Smith metido en la trituradora, cual Marianne Faithfull anclada en la barra de un bar. Una voz que duele y que alguna vez se permite un capricho, el de conmover. La propia autora define su ruido como jazz punk western blues. Vale, lo que quiera. Al menos es un ruido más soportable que lo que cada poco tiempo insiste en castigar Sonic Youth.

Digamos que hay que estar muy jodido para hincarle el diente a la música de Sandy Dillon, outsider bostoniana crecida como inquilina del mítico Chelsea Hotel. Una vez escuchado puede uno sentirse más jodido. Pero algo elogiable sobrevive entre tanta puñetera brutalidad, sale a flote una emoción grotesca de esos autores que casi nadie nunca conocerá, de quienes se perderán en las redes de su universo sin dejarse explorar por quienes piden al menos un poquito de convencionalidad.

Nota: 6/10

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