lunes, junio 12, 2006

BONUS TRACK 7: NEVER LET ME DOWN (DAVID BOWIE)

Hasta los músicos de primer nivel pierden un poco de su categoría en los 80 (Van Morrison, Emmylou Harris, Neil Young, Iggy Pop, Lou Reed, Dylan...). Contagiados por la invasión electrónica, el imperio del pop en las estructuras del rock y el desarrollo de las nuevas tecnologías de grabación, o desorientados por el avance de fugaces y temibles estilos y corrientes (post punk, new wage, pop melódico, nuevos románticos, tecno rock...) artistas de gran calibre publicaron sus trabajos más aburridos o mediocres en aquellos años. Por eso incluso me resisto a escuchar álbumes de esa década aunque procedan de músicos de habitual confianza. Cayó en mis manos después de aparcarlo varias veces el disco Never let me down, firmado por David Bowie en 1987.

La indiferencia es imposible con Bowie. Algunas de sus obras no pierden su fascinación (Ziggy Stardust, Young americans o el más reciente Heathen), otras acusan su presuntuosa relevancia (Low, Station to station), y casi todas conservan intacto su poder para asombrar, la capacidad natural de un artista que trasciende las etiquetas y que en su grandeza no encuentra comparación. No hay un antes ni un después. Está Bowie y como él, nadie.

Never let me down no fue bien recibido en su día. Casi veinte años después de aparecer, escucharlo permite descubrir muchos más encantos de los esperados. La producción, a cargo del propio Bowie, se aprecia ahora demasiado metálica, sobrecargada de percusión e insistente a veces en las segundas voces femeninas. Saxos y trompetas convierten al disco en un pariente cercano del más memorable Let’s dance. El duque David, Carlos Alomar y Erdal Kizilcay se encargan de casi todos los instrumentos. Aparecen por allí Peter Frampton con alguna guitarra solista y hasta el actor Mickey Rourke rapeando unas frases.

Semejante combinado da como resultado un llamado ‘disco menor’ del artista, aunque salpicado de viciosos cortes (Day-in Day-Out, Zeroes, Bang Bang), también alguna indigna broma (Shining star (makin’ my love)) y unos cuantos temas redondos (Time will crawl, Glass spider). No es imprescindible, pero sí un inesperado sabroso plato de la carta.

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