Siempre encontré hechuras de gran banda en Cracker. Primero al conectar con ellos gracias al magnífico rock yankee que brota del Gentleman's blues (1998); después al paladear serenamente el más psicodélico y exultante Forever (2002), un disco que merece una y otra lamida de regusto; más tarde al disfrutarlos en directo y ser testigo del radiante y sobrado carisma de David Lowery y Johnny Hickman; y ahora al abrirle un nuevo hueco en la discografía al recién terminado Greenland (Cooking Vinyl), su séptimo álbum en estudio.
Más deudor del Forever que del rústico e irregular Countrysides (2004) y justo tras publicar su primera colección particular de éxitos, Greenland devuelve a la banda que vacila entre el rock de raíces y la jugosa y a menudo chocante pero controlada experimentación rockera. La tristeza y los sentimientos resacosos cubren el nuevo disco de Cracker, compuesto de perlas como Something you ain’t got y Fluffy Lucy que resucitan a Whiskeytown (culpa de ello tiene la templada voz de Caitlin Cary que acompaña a la más enternecida esta vez de Lowery) y pinchazos más eléctricos y macizos como Minotaur y Gimme one more chance, ejemplos evidentes del gusto del grupo por no perder a los cuarenta la osadía de sus días juveniles.
Otras joyas anómalas como Where have those days gone y Sidi Ifny juguetean por el capricho de los sintetizadores a modo de adornos tintineantes y tapices nocturnos, atrevidos gestos de unos Cracker llenos de brillo.
Nota: 8/10
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