La cosecha rockera que se viene cultivando en Nueva York desde la entrada en el nuevo milenio, empaquetada a rachas con acertadas etiquetas adicionales (punk o garage revival) me rechina. Acepto que el poco atractivo que desprenden estas nuevas bandas dificulta o retrasa mi entrada en su círculo musical o en el de formaciones paralelas o similares surgidas en otros puntos geográficos. Así, ni The Strokes, ni The Hives, los más veteranos Girls Against Boys o Peaches me han cautivado lo más mínimo con las pocas dosis de su trabajo que he escuchado. Más me disgusta incluso que estos u otros grupos adopten como curiosa señal de identidad la ausencia de algún instrumento básico en el desarrollo de sus canciones y de casi toda su música; supongo que porque me parece que los temas no están completos, no parecen llenos. The Kills tampoco me gustan y todavía menos los escandalosamente encumbrados White Stripes, los mismos que alguna anticuada revista especializada de nuestro país (la mayoría los apreciaron desde el principio) censuraba cuando empezaban a hacerse escuchar y años más tarde llega incluso a venerar y a encontrar condiciones geniales en sus filigranas sonoras. The Black Keys, un dúo de Ohio (también cuna de experimentos ruidosos desde finales de los setenta) es otra cosa, no me han disgustado, y con Yeah Yeah Yeahs, que coinciden con los primeros en su empeño en prescindir del bajo, he pasado del rechazo inicial a la momentánea aceptación posterior.
Esta larga introducción me lleva a comentar con más brevedad el segundo álbum largo de los Yeahs, trío neoyorkino encabezado por la menuda morena de flequillo caído Karen O, responsable de los berridos púberes que ya empiezan a hacer reconocibles sus canciones. Su primer disco, Fever to tell, de 2003, se ganó buenas críticas, a mí me pareció caótico y por momentos irritante. Este nuevo Show your bones adiestra la furia de su disco de debut, aunque son la voz juvenil malhumorada de Karen O, la contundencia sonora de la batería de Brian Chase y la guitarra de Nick Zinner, además de algún que otro áspero ruido de sintetizador, los elementos que convierten el disco en un producto vitamínico y seductor. Quienes tengáis dudas y hayáis oído hablar del grupo escuchad al menos el single y tema inicial Gold Lion, y quizá os levantéis del asiento.
Nota: 6/10
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