Dos de mis escuchas más recientes han sido discos de versiones. Por un lado me he dejado atrapar por los viajes ‘ácidontados’ de Jerry Garcia al universo de mi/nuestro amado Bob Dylan. Por otro, me he unido a la tropa festiva reclutada por Bruce Springsteen para celebrar su admiración por las antiguas canciones tradicionales y por la figura de Pete Seeger.
¡Qué chungo!
Entendamos como chungo lo que, más que defectuoso, es complejo, difícil de asimilar y de encontrarle el encanto. Así es Jerry Garcia, los Grateful Dead y su Jerry Garcia Band. Me cuesta entrar en ellos, tanto en sus flujos de rock psicodélico como en sus fragancias country blueseras, todavía más en sus extensas y reposadas actuaciones en directo. Con cierta frecuencia les doy una nueva oportunidad para tratar de disfrutarlos pero nunca lo consigo. La última ha tenido como excusa su materia prima, una colección de versiones de Bob Dylan juntadas en un disco doble y reconstruidas por los Dead y la JGB, Garcia plays Dylan, a lo largo de tres décadas.
Estas covers se cuecen a fuego lento y nunca o casi nunca llegan a hervir, se distancian de la pieza original hasta parecer apenas reconocibles salvo por un verso memorable o el estribillo en medio de un océano de improvisación, progresan en marcha corta empujadas por la débil voz de Garcia, guitarrista sentimental pero limitado vocalista. Desde mediados de los sesenta hasta su muerte treinta años después, Jerry Garcia ha explorado el inmenso repertorio de Dylan hasta reinterpretarlo a su ritmo, perezoso, sin prisas, con un estilo tan flotante como cansino, sugerente a la par que agotador. Eso sí, algunas de estas largas, muy largas versiones, es preciosa.
¡Qué chulo!
Entendamos ahora por chulo aquello que despierta la alegría y el optimismo, los amigos juntos alrededor de una mesa cargados con instrumentos y canciones felices. Springsteen es siempre motivo para la alegría. Justo un año después del introvertido Devils & Dust, el jefe se pone al frente de una docena de música para seguir haciendo fecunda la tradición folk americana. Inspirado por antiguas canciones y melodías entrañables que sobreviven al paso de las generaciones y, sobre todo, por la muchas veces beligerante interpretación que de ellas hizo desde los años cincuenta el músico y activista Pete Seeger, Bruce saca brillo a la historia oral americana puliendo su esencia y manteniéndose al mismo tiempo tremendamente fiel a su concepción original.
Sus versiones, incluidas en el recientemente publicado We Shall Overcome. The Seeger Sessions, añaden más guitarras, violines, acordeón, trombones, batería y rústicas percusiones para acabar transmitiendo una contagiosa animosidad. Son cánticos gospel, cuentos circenses, temas cabareteros, lamentos campestres, música de taberna y emoción de grandes paisajes. Un trabajo prodigioso, de los que surgen por gracia y obra de los más grandes. Como el Boss.
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