En un templo de rock como el Tribeca siempre se respira como una bendición el alma rockera que desprende la música de los Black Crowes. Y aunque no recuerdo que demasiadas canciones de la banda de los Robinson Brothers hayan sido pinchadas desde el rincón por el Maestro (Hard to handle y Soul singing, seguro), una de ellas, si no la mejor, brota con toda su furia en noches y momentos especiales: Remedy.
Versión de estudio o en directo, es lo mismo... Remedy, una de las cabezas de serie de ese álbum perfecto que es el The Southern Harmony & Musical Companion, te desplaza al corazón de un escenario ardiente en el que Chris Robinson se retuerce abrazado al micro, agita sus huesos y vomita su espíritu poseído cual James Brown en plena fiebre, como el caballo loco Neil Young, como todo Led Zeppelin al mismo tiempo en su propia carne.
Remedy crece en cada segundo, en su arranque implacable, en el rasgueo vicioso de cuerdas de Rich Robinson previo a cada entrada de su memorable riff. Hasta que la música llega al puente donde las voces femeninas preceden al orgasmo prolongado de Chris, que grita mientras no para de saltar y girar sobre sí mismo ("remedy, remedy, remedy, remedy..."). El Tribeca se parece entonces al cielo. O al infierno.
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1 comentario:
temazo.
Implacable, vivioso y energico
R E M E D Y
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