Recién llegado de Londres (¿de dónde mejor si no?), en edición restaurada y con la reproducción del diseño interior original, regreso complacido a este disco. Antes de irme a Londres por una tiempo, un amigo me abrazó por detrás mientras en aquel bar pinchaban London calling para desearme un buen viaje, una buena estancia. Es de esos álbumes que no necesitan debates ni explicaciones, de los que solo con escucharlos ahora, hace diez o veinte años, permiten que te des cuenta de su peso y su legado, de la relevancia que tuvieron entonces y que adquirieron en los años y décadas siguientes. Y casi no hay más que hablar. London Calling (1979) es la plenitud de The Clash, una cima con la que Strummer, Jones, Simonon y Headon se convierten en una banda que trasciende estilos y fronteras, cuya música te hace sentir joven, tanto si habla en clave rock como en versión pop, si juega con el reggae y se incrusta en el punk o se muta en rockabilly. Fue su tercer disco en los diez años que duraron, una obra eterna que no encuentra comparación.
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