¿Qué te puedes esperar de este reencuentro? ¿Hay motivos para desconfiar? ¿Puede el presente recuperar la gloria del pasado? ¿Nos resignaremos a creer de nuevo que cualquier tiempo lejano (para ellos, para nosotros) fue mejor? Queda la fe, hay fe.
La noticia es buena, que dos hermanos que ni se han hablado durante años se hayan reconciliado por gracia del rock and roll. El retorno, ese reencuentro, es también nuestro. Son pero no son: quedan solo ellos del origen, pero sí, son los Black Crowes.
Happiness bastards (Silver Arrow, 2024) es lo que pervive de los cuervos, aquella banda de rock que huía de las tendencias a comienzos de los noventa y que, Chris y Rich mediante, sigue apegada a su esencia camino de la mitad de los veinte. Esto es rock: raíz, tallo, ramas y hojas.
¿Esperábamos un sobresaliente? Me conformaba con un notable: es notable. ¿Un descendiente tardío de Southern Harmony..., de Amorica? Aquello era dinamita, esto es pólvora de largo alcance. Atrás queda el barrido de la explosión, la onda expansiva; ahora tiemblan los cimientos sin derribar el edificio.
Quizá ya no nos quedemos con las canciones sino con este par de señores agitándolas. Suenan bien (como antes, como las de antes) Bedside manners, Wanting and waiting, Dirty cold sun y Follow the moon. Las coristas nos levantan. Son rocosos, grasientos, tabernarios. Nada se estropea. Vivamos este presente, enchufados con la electricidad duradera de The Black Crowes.
Nota: 7,5/10
No hay comentarios:
Publicar un comentario