Escuchar una nueva obra de Wilco es un placer aventurero para los aficionados a la exploración, un viaje para descubrir callejones fascinantes y paisajes prodigiosos. Cousin (dBpm, 2023) no es menos que ese goce impagable. En sus canciones, escuchadas primero y desmenuzadas después, el atento oyente y fiel seguidor del grupo penetra para encontrar matices que van de lo convencional a lo extraordinario y se deleita con joyas camufladas donde no hay apariencia de exquisitez que, en realidad, sí hay... Y la banda vuelve a erigirse en un conjunto de santidades creativas, experimentales y polivalentes con una claridad que en no pocos momentos alcanza la perfección. Lo he dicho o escrito alguna vez: Jeff, John, Glenn, Mikael, Nels y Pat, juntos, no tienen rival.
Cousin, que empezó a construirse a mediados de 2019, se ha retrasado hasta un año después de la publicación de Cruel country (2022), una de las cimas sagradas de Wilco, apacible interpretación country fuera de lo común y bendecida por milagrosos recovecos. El nuevo álbum entronca con esencias de Yankee Hotel Foxtrot y A ghost is born, pero encajaría sin vacilar entre cualquiera de los discos siguientes hasta el presente sin querer parecerse a ellos, independiente en su propio misterio. Es Tweedy y compañía en estado auténtico. Si no me cuentan que Cate Le Bon se ha apropiado de la producción, diría que el grupo es responsable total de su elaboración, de su aura reconocible y a la vez impredecible, así que no sé calibrar la relevancia de la galesa y nueva amiga de los chicos. No importa. Unos y otra firman diamantes como Evicted, Sunlight ends, A bowl and a pudding, Pittsburgh o Meant to be.
La pureza de Wilco. Puro Wilco una vez más. Puta banda.
Nota: 8,5/10
No hay comentarios:
Publicar un comentario