Al principio tuve mis reservas, no sé bien por qué; quizá desconfiaba del exotismo enrevesado que proponía aquello que llamaron freak folk. Solo fue un nombre que trascendió lo justo. Devendra estaba en aquel grupo de músicos aparecidos como de la nada (Fleet Foxes, Joanna Newsom entre otros), creadores amateur sin géneros reconocibles a los que adherirse, desnudos a veces, también excesivos hasta el desconcierto. El caso es que su música era inquieta y rica, experimentaba como si quisiera descubrir ambientes sin querer definirse. Mejor así. Fue hace veinte años y disco sí disco no (por aquello del afán por prodigarse) fui tropezándome con Devendra Banhart según mi ánimo. Me han gustado cosas, una más otras menos, y también he sentido indiferencia. Flying wig (Mexican Summer, 2023), como un velo que mueve el viento para adormecernos con su roce, consigue que este músico me seduzca.
Desprende algo de mística este álbum, una calma etérea a la que puede haber contribuido Cate Le Bon, convertida en productora (aguardamos por su trabajo con Wilco). Devendra, como si de piernas cruzadas levitase con la vista cerrada, canta sin prisa, meditativo, arropado por finas capas de sintetizadores que crean una atmósfera granulada, a veces irreal, sobre la que se deslizan canciones que flotan y nunca llegan a estallar pero acogen clímax fascinantes (Fireflies, Sirens, Flying wig). Otro disco para enmarcar la música que atrapa... y ya va un puñado este año.
Nota: 9/10
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