Esta es una curiosa rareza, también un fallido intento por revivir cantos de cisne de la mano de la nostalgia. Este bellezón motorizado en plata ajustada de la imagen es la Ann-Margret de los años sesenta, no la señora de 81 años que hoy aún ronquea más temblorosa y a la que no parece llegarle la voz al micrófono. La sueca pelirroja que fuera novia de Elvis, actriz que se había esfumado y cantante que cambió el micro por las cámaras, quizá fue una digna vocalista hace más de cuatro décadas, pero ahora, en este retorno fácil con sólida protección en el estudio y un repertorio sin riesgo, naufraga por no tener a lo que agarrarse.
A ver: recuperar clásicos harto explotados como Rock around the clock, Bye bye love, Volare, Can't take my eyes off you o Born to be wild ya no espabila ni a los más apegados a la música de otros tiempos. Ni siquiera uno se emociona con que Pete Townshend, Joe Perry, Steve Cropper, Brian Auger o los insólitos Pat Boone o Rick Wakeman hagan acto de aparición. De Ann-Margret queda el recuerdo de sus ojos verdes envueltos en su cabello naranja, muy lejos del presente.
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