Me separa de Pink Floyd un frío respeto, algo así también como la sensación de presentarse como un grupo inalcanzable de genios musicales. Siempre me parecieron demasiado ambiciosos o experimentales o intelectuales, incluso en sus trabajos más accesibles. Vale chicos, sois buenos, ¿hace falta que os lo creáis tanto? A la banda le sobreviven sus obras más emblemáticas (ese póker inmortal formado por The dark side of the moon, Wish you were here, Animals y The Wall), que hoy mantiene vivas Roger Waters como permanente embajador a través de mastodónticos montajes escénicos que, desde luego, merecen ser presenciados y absorbidos; pero del resto de discos unos cuantos se pierden en el niebla y la memoria. Me aburren sus obras más complejas, sobre todo las recargadas de vanguardia, y rescato pequeños legados que bien podrían reivincidarse. Aquí está este Obscured by clouds (1972), pieza menor previa a Dark side.
El álbum fue la segunda banda sonora que el grupo entregó al cineasta Barbet Schroeder, para el film La vallée, y sus temas parecen flotar juntos entre aguas esponjosas. El conjunto traslada al oyente a escenarios que colindan con la faceta más progresiva del grupo, más contenidos y fáciles que las estructuras asombrosas que llenarían los discos siguientes.
PD.: Interesados y fans no se pierdan la grabación Us + Them, concierto-espectáculo de Roger Waters que se ha comercializado hace semanas. Ahí se entra en la grandeza sensorial que mejor viste a Pink Floyd.
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