Nos hemos acostumbrado a ver a este señor agazapado tras la sombra de sus gafas, bajo el ala de su sombrero, encajado en trajes impecables, estático casi siempre y con el gesto frío, las emociones apagadas y la apariencia de no querer hacer amigos, que resulta asombroso y difícil de creer que alguna vez se desatase sobre un escenario y se sintiera pletórico y feliz. Pues sí, era ya Van the Man y The Band lo reclutó para su despedida en el El último vals. En Caravan, un tema que estaba en Moondance, Van Morrison (no sabemos con cuántas rayas dentro) se siente poseído por la euforia de la canción y de tanto subidón golpea el aire como si diera patadas a un balón. Pocas veces lo hemos visto así, rugiendo como el auténtico león que es.
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1 comentario:
EL tonillo blanquecina de alguna napia en esa pelicula se ha hecho eternamente famoso ... no tengo ningun problema con el actual Morrison, pero es bueno verle rugir ...
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