Durante el último concierto al que asistí, en un momento de éxtasis colectivo creciente entre los músicos en la parte final de una canción, le comentaba a mi acompañante que eso, ese clímax de liberación, no se ensaya, que eso surge de uno mismo, con furia e instinto, con locura dominada. No decía nada que no hubiera pensado otras veces, pero pensaba en ese momento que esos instantes de orgasmo y comunión musical, con los músicos y sus instrumentos entrelazados unos pegados a otros, de espaldas al público, a caballo de sus acordes y desvaríos, me proporcionan hoy el momento más satisfactorio de la entrega que dedico a la música. Dejarse llevar, elevarse, perderse, huir de lo terrenal para alcanzar el cielo.
martes, julio 30, 2019
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