El cine produce películas deliberadamente malas, y de solemnidad. Tan malas, que se les acaba encontrando encanto. Como industria y espectáculo está el cine en su legítimo derecho de ofrecer lo que le plazca y la libertad de gustos merece libertad de contenidos y alicientes. Los films de la Troma, el cine de Russ Meyer, gran parte del de John Waters, un buen lote de obras firmadas por Jess Franco... son ejemplos que me vienen a la cabeza de películas mediocres, risibles, deficientes que, curiosamente, tienen su público de admiradores y defensores. Como ocurre con el cine de la Hammer. Ojo, no todo: esta productora británica fabricó cientos de películas de terror y horror, misterio y ciencia ficción desde finales de los años 40 y tuvo épocas de esplendor en los 50, 60 y 70, con figuras icónicas como los personajes Dracula y Frankenstein, los actores Peter Cushing y Christopher Lee y los directores Terence Fisher y Roy Ward Baker; primaban los presupuestos justos, pero durante años tuvieron éxito; hay obras destacables, realmente buenas, pero también bodrios delirantes que a día de hoy producen una carcajada tras otra por su cutrez, su falta de rigor, sus desfasados argumentos o su pobreza interpretativa. No causan ningún daño y no engañan a nadie; las prefiero al cine de Tarantino, pongamos por caso.
Me voy a quedar con una de esas espantosas películas de la Hammer que ha pasado por mi TV recientemente: Las cicatrices de Drácula, de 1970, con Lee ante la cámara y Baker detrás. Qué horror, madre mía. Aquí van unas cuantas insensateces para troncharse: un murciélago de trapo que chirría, un castillo alejado donde siempre hay niebla al que todos llegan de noche aunque un segundo antes caminen por el bosque próximo en la claridad despejada del día; un pueblo de cobardes atemorizado ante un vampiro recluido que no sale de su templo; los ojos enrojecidos de Drácula cuando las damiselas enseñan (siempre) sus lozanos cuellos; la parsimonia con que los malos amenazan con golpear y los buenos con reaccionar; el sirviente pordiosero que mantiene inmaculadas las estancias del castillo y esconde un retrato de su adorada amada, precisamente la damita despista que irrumpe en el castillo y se deja llevar en brazos por el siniestro conde al que acaba de conocer... Bendito cine.
viernes, junio 21, 2019
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