lunes, junio 10, 2019

LLORAR DE ROCK

Hay una euforia irrepetible que nos invade en un concierto de rock. Llegado uno, dos o varios momentos de éxtasis y entrega, devotos de los músicos y devorados por una canción, el sudor se cruza con las lágrimas y el júbilo se funde con la dicha. No cabe mayor goce en la vida. He sentido momentos así en algún concierto, reposado en una butaca o arrastrado por una marea humana. Me siento en la piel del público que veo gozar del mismo modo en las imágenes fascinantes de un documental que ofrece el contenido a la carta de una plataforma audiovisual. Las cámaras siguen a los Rolling Stones en la última gira que hicieron, esta década, por Sudamérica. Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Colombia, y por primera vez en la historia, Cuba. Difruto con el milagro de la resistencia y el poder de absorción, con los mitos vivos, el pueblo hechizado. Con las canciones llenas de vida nueva. Con las lágrimas de alegría de seres atrapados en satisfacción, diablos simpáticos, refugios fuera de control. Es solo rock and roll, y cuánto nos gusta.

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