De nuevo en el templo temes por un momento que la liturgia caiga en la
monotonía, que desde el altar nada enriquecedor vaya a estimular tu fe, de tantas veces que has asistido. Es una amenaza tibia y fugaz: comienza el sermón y avanza la ceremonia, una más, entre cúspides y hasta el éxtasis. Es la gracia de la creencia. Hoy es un orgullo amar a este hombre.
No importa que eches de menos canciones, que en un tramo de la velada te despisten un par de temas y te salgas de la corriente, o que la guitarra suene a veces apagada. No, de verdad que no importa, porque lo realmente hermoso consigue hacerte llorar cuando se reinventa por enésima vez sin perder el alma con que nació (Don't think twice it's all right, Simple twist of fate), o porque la música, una masa etérea a la que dar múltiples formas, muestra el filo fascinador que se clava en tus entrañas (Early Roman kings, Gotta serve somebody) y te lleva hacia mundos pantanosos (Scarlet Town) o te asalta de euforia (Like a rolling stone).
El maestro ahí delante, ese señor tan débil con un foco a su espalda para no mostrar los rasgos de la vejez, parece que está de buen humor esta noche, aunque tengamos que contentarnos solo con miradas satisfechas desde el frente y dos manos a los labios que parecen el arranque de un beso a la audiencia. Bob Dylan.
A mi lado, en segunda fila, tenía a un tipo que la noche anterior lo había visto en Gijón y antes en Bilbao. "Otro gran concierto", me dijo al despedirse. "Bueno, pues ya he visto a Dylan 26 veces", le oí decir a otro hombre en el camino hacia la salida. Mis modestas 7 veces me hacen dichoso en esta vida.
martes, abril 30, 2019
jueves, abril 25, 2019
LIVE IN 229: DYLANOFILIA
Lo mío es filia, no frikismo. Soy fiel seguidor, no voraz enfermo. Lo adquiero, sin derrochar. No beso el suelo por el que pisa, sé lamentar lo que no merece tenerse en cuenta. A veces, según venga, mi fe se acerca al culto a la divinidad. En algo hay que creer. Y siempre, siempre, me guía.
Este es un post dylanófilo, un pequeño capricho, ahora que vuelve al país a tocar (y no a posar para la borreguez tecnológica), y que en unos días lo volveré a ver muy cerca de mi ciudad. Será la séptima vez en justo 20 años, y me he permitido el gusto (sí, algo friki para variar) de repasar nuestros encuentros. Permítanme los cómplices... y los que no.
He acudido a seis conciertos de Bob Dylan (1999, 2004, 2006, 2006, 2008, 2017), entre los que tocó 101 canciones (41 de ellas una sola vez y ninguna las seis veces, solo Like a rolling stone y Highway 61 revisited sonaron cinco veces, y solo una vez temas como Ballad of a thin man y Desolation row, que me hubiera gustado escuchar más veces) y, según los 'set list' de su gira actual, añadirá otras siete. Fue en Santiago, León, Valladolid, San Sebastián, Vigo y Oslo. Después de las dos últimas veces pensé que sería la última vez que lo veía. Ahora lo pienso con más convicción. En esta historia de nunca acabar.
Este es un post dylanófilo, un pequeño capricho, ahora que vuelve al país a tocar (y no a posar para la borreguez tecnológica), y que en unos días lo volveré a ver muy cerca de mi ciudad. Será la séptima vez en justo 20 años, y me he permitido el gusto (sí, algo friki para variar) de repasar nuestros encuentros. Permítanme los cómplices... y los que no.
He acudido a seis conciertos de Bob Dylan (1999, 2004, 2006, 2006, 2008, 2017), entre los que tocó 101 canciones (41 de ellas una sola vez y ninguna las seis veces, solo Like a rolling stone y Highway 61 revisited sonaron cinco veces, y solo una vez temas como Ballad of a thin man y Desolation row, que me hubiera gustado escuchar más veces) y, según los 'set list' de su gira actual, añadirá otras siete. Fue en Santiago, León, Valladolid, San Sebastián, Vigo y Oslo. Después de las dos últimas veces pensé que sería la última vez que lo veía. Ahora lo pienso con más convicción. En esta historia de nunca acabar.
lunes, abril 22, 2019
VOLUME ONE 499: SOLSTICE (LUTHER DICKINSON)
Me complace cada vez más el saboreo continuo de esos discos de los que te das cuenta de lo buenos que son por su transparente humildad; obras elaboradas con un mimo discreto que eleva su calidad casi sin quererlo. Solstice (New West, 2019) está en esta categoría. Debemos agradecérselo a Luther Dickinson. No solo al excelente guitarrista, respaldado en esta ocasión por un grupo de atractivas voces femeninas, como Allison Russell, Amy Helm, Amy LaVere, Sharde Thomas y el trío góspel Coco Mamas, una especie de hermandad bautizada como la Luna de Fresa (Sisters of the Strawberry Moon). Del encuentro, que se produjo en 2016 y se completó con instrumentación añadida en estudio en los años siguientes, se obtiene una equilibrada combinación que en torno a la música de raíces americana se balancea entre el folk, el blues y el góspel. Ellas son las protagonistas, con su entrega vocal y su acento instrumental (conmovedora Russell cada vez que sopla el clarinete), con Luther y otros guitarristas en un modesto pero esencial segundo plano. Solstice suena y se siente cercano, como el susurro escalofriante de los roces de un ser amado.
Nota: 8,5/10
Nota: 8,5/10
sábado, abril 20, 2019
VOLUME ONE 498: BEGIN AGAIN (NORAH JONES)
It was you, el tercero de los siete temas de Begin again (Blue Note, 2019), es una modélica canción para explicar cómo se compone e interpreta una obra maestra. No recuerdo canciones recientes, de los últimos diez años, que me parecieran tan perfectas nada más escucharlas. El segundo, Begin again, o el séptimo, Just a little bit, merecen una exaltación parecida.
Este nuevo trabajo de Norah Jones es el resultado de unas pocas incursiones en el estudio después de una larga gira de conciertos tras su disco anterior, Day breaks (2016). En estas sesiones, la autora neoyorkina dejó llevarse por la improvisación, por la intuición, con músicos próximos y junto a otros con los que no había trabajado, para jugar con la experimentación y atraer a su clima creativo esencias que ya descansaban en el deslumbrante Little broken hearts (2012). Los tres temas sublimes tienen la producción de la propia Norah, con el genial respaldo rítmico de Brian Blade y Chris Thomas. Thomas Bartlett y Jeff Tweedy colaboran en la mesa y en los instrumentos en otras dos canciones cada uno. Todo adquiere una atmósfera de niebla y vapor hechizante.
Nota: 9/10
Este nuevo trabajo de Norah Jones es el resultado de unas pocas incursiones en el estudio después de una larga gira de conciertos tras su disco anterior, Day breaks (2016). En estas sesiones, la autora neoyorkina dejó llevarse por la improvisación, por la intuición, con músicos próximos y junto a otros con los que no había trabajado, para jugar con la experimentación y atraer a su clima creativo esencias que ya descansaban en el deslumbrante Little broken hearts (2012). Los tres temas sublimes tienen la producción de la propia Norah, con el genial respaldo rítmico de Brian Blade y Chris Thomas. Thomas Bartlett y Jeff Tweedy colaboran en la mesa y en los instrumentos en otras dos canciones cada uno. Todo adquiere una atmósfera de niebla y vapor hechizante.
Nota: 9/10
lunes, abril 15, 2019
GREATEST HITS 222: DREAMS (LISSIE)
Otra de esas canciones infalibles que no toleran versiones fallidas ni corrientes. Hasta The Corrs cumplieron con notable. Mayor nota se gana Lissie, que la ha incluido en su álbum When I'm Alone. Dreams, de Fleetwood Mac, es uno de mis temas favoritos, una debilidad confesable. Y Lissie la envuelve en un remolino embrujado con la piel robusta de las teclas y el portento de su voz. A soñar.
CRUELDAD
Esto no lo admito. No estoy para crueldades como esta. Pornografía sentimental. Los guionistas se han cargado al personaje principal, con saña a la que han puesto el disfraz del panegírico. Qué fácil. Qué original. Otro Verano Azul. Casi 40 capítulos con este hombre haciendo de padre nuestro, de maestro, de amigo, de confidente, de luz... y se lo cargan en el último episodio. En la línea de meta he resbalado y todo me ha pasado por encima. No estoy para llorar porque me obliguen los guionistas. Una serie magnífica estropeada en el último suspiro. No seré tan cruel yo de decir cuál.
jueves, abril 11, 2019
VOLUME ONE 497: THIS WILD WILLING (GLEN HANSARD)
Un año y poco ha pasado desde Between two shores y has dejado que fluya ese río desbordado de música que llevas dentro en un nuevo disco. Has ido hacia arriba desde aquel torbellino de éxito y emociones enfrentadas que fue Once y sus secuelas musicales y me temía que ahora, después de tres álbumes fantásticos, ibas a tener vértigo en el cuarto. Cuánto me alegro de haberme equivocado. This wild willing (Anti-, 2019) es otra de tus cumbres, Glen Hansard.
París (y seguro que la vida que masticas en soledad) te ha inspirado, y has dejado que música y músicos de lugares que parecen lejanos te acompañen. Y de ti han extraído ese lado melancólico de las canciones, la fuerza catárquica de los gritos que claman o lloran palabras. Las que ahora has creado parecen nacer de lugares profundos: unas bucean bajo las olas y me arrastran con ellas hacia rincones turbios, otras me sacan a la superficie y me dan oxígeno y deleite. Termino de oírlas y me dejan revuelto un rato, suspendido en una gravedad de madrugada y en nubes de excitación sensorial.
No solo eres gran músico, tienes contigo a quienes te hacen mejor. Vistes canciones con el rigor de un relojero y el arte de un sastre (o al revés). Me gustan las que se estremecen tanto como las que se deshacen. Llevo días abstraído en I'll be you, be me, en Race to the bottom, en Threading water y en Good life of song. Por cómo se levantan y deshacen en luces, o pelean contra el viento en la noche, o purifican. Y vuelvo a creer que eres un gran tipo con el que me gustaría sentir la música.
Nota: 9,5/10
París (y seguro que la vida que masticas en soledad) te ha inspirado, y has dejado que música y músicos de lugares que parecen lejanos te acompañen. Y de ti han extraído ese lado melancólico de las canciones, la fuerza catárquica de los gritos que claman o lloran palabras. Las que ahora has creado parecen nacer de lugares profundos: unas bucean bajo las olas y me arrastran con ellas hacia rincones turbios, otras me sacan a la superficie y me dan oxígeno y deleite. Termino de oírlas y me dejan revuelto un rato, suspendido en una gravedad de madrugada y en nubes de excitación sensorial.
No solo eres gran músico, tienes contigo a quienes te hacen mejor. Vistes canciones con el rigor de un relojero y el arte de un sastre (o al revés). Me gustan las que se estremecen tanto como las que se deshacen. Llevo días abstraído en I'll be you, be me, en Race to the bottom, en Threading water y en Good life of song. Por cómo se levantan y deshacen en luces, o pelean contra el viento en la noche, o purifican. Y vuelvo a creer que eres un gran tipo con el que me gustaría sentir la música.
Nota: 9,5/10
miércoles, abril 10, 2019
BOOTLEG SERIES 73: HIJAS NATIVAS: ALLISON, AMYTHYST, LEYLA Y RHIANNON
La unión de fuerzas musicales en torno a un mismo concepto o idea, generalmente adscrita a un estilo común y a raíces compartidas, cae a veces en desequilibrios. El bloque no está del todo bien conjuntado, hay fisuras o propuestas incompatibles. Pese a la teórica sintonía, algo desafina en la práctica. (Me viene a la memoria ahora Monsters of Rock, un supergrupo efímero y fallido con Conor Oberst, Jim James, M Ward y Mike Mogis) Esto no ocurre, afortunadamente, con Our Native Daughters, unión entre Allison Russell, Amythyst Kiah, Leyla McCalla y Rhiannon Giddens que, con el alma en el folk, el blues y la tradición oral de la cultura afroamericana, ha alumbrado un álbum emotivo y agradable: Songs of Our Native Daughters.
Este proyecto, producido por Giddens y Dirk Powell, con arrebatadoras canciones, tiene su mejor explicación en la información que acompaña al disco: "SOND arroja una nueva luz sobre las historias de lucha, resistencia y esperanza de las mujeres afroamericanas. Basadas e inspiradas en fuentes de los siglos XVII, XVIII y XIX, entre ellas narraciones de esclavos y los primeros juglares, las almas gemelas del banjo Rhiannon Giddens, Amythyst Kiah, Leyla McCalla y Allison Russell reinterpretan nuevas creaciones partiendo de viejas obras. Con inquebrantable y afilada honestidad, enfrentan depuradas visiones sobre la historia americana de la esclavitud, el racismo y la misoginia desde una poderosa perspectiva, negra y feminista. Estas canciones apelan a los persistentes espíritus de las hijas, madres y abuelas que han luchado por la justicia en ámbitos públicos y solo ahora han sido tenidos en cuenta, y que en muy contados casos apenas han sido reconocidos".
Este proyecto, producido por Giddens y Dirk Powell, con arrebatadoras canciones, tiene su mejor explicación en la información que acompaña al disco: "SOND arroja una nueva luz sobre las historias de lucha, resistencia y esperanza de las mujeres afroamericanas. Basadas e inspiradas en fuentes de los siglos XVII, XVIII y XIX, entre ellas narraciones de esclavos y los primeros juglares, las almas gemelas del banjo Rhiannon Giddens, Amythyst Kiah, Leyla McCalla y Allison Russell reinterpretan nuevas creaciones partiendo de viejas obras. Con inquebrantable y afilada honestidad, enfrentan depuradas visiones sobre la historia americana de la esclavitud, el racismo y la misoginia desde una poderosa perspectiva, negra y feminista. Estas canciones apelan a los persistentes espíritus de las hijas, madres y abuelas que han luchado por la justicia en ámbitos públicos y solo ahora han sido tenidos en cuenta, y que en muy contados casos apenas han sido reconocidos".
domingo, abril 07, 2019
SOUNDTRACK 228: MI BERGMAN
En el ocaso de mi adolescencia empecé a ver películas de Bergman, de Ingmar Bergman. Eran demasiado sesudas para mí entonces y me perdía en sus argumentos y alegorías, no acertaba a comprender los calvarios que martirizaban a sus personajes; no alcanzaba pues a entender la condición de maestro que se le otorgaba al cineasta sueco, tan obsesionado con la muerte, la incomunicación y el dolor. Por aquella época tampoco disfrutaba de las películas 'bergmanianas' de Woody Allen, como Interiores, Septiembre u Otra mujer, que sí admiré más tarde. Y eso me pasó también con el cine de Bergman, aunque con más reservas. Me sigue pareciendo un autor complejo al que descrifrar requiere un ejercicio de autoexigencia no siempre estimulante.
Sin darme cuenta, pasadas casi tres décadas desde aquellos primeros contactos, he visto más de la mitad de las obras cinematográficas de Bergman (tiene además un notable legado televisivo y documental), y debería volver a ver filmes tan elogiados como Persona, Gritos y susuros, Fresas salvajes o Como en un espejo, que en su momento detesté, para advertir la supuesta magnitud que se les ha atribuido. Con los años y la madurez, supe valorar las virtudes de películas como El séptimo sello, La vergüenza, La carcoma, Secretos de un matrimonio o El manantial de la doncella, quizá mi preferida; además de films anteriores y menos conocidos como Crisis o Hacia la felicidad.
Sigo dejándome pescar por Bergman, para que me deprima con Los comulgantes o me excite con El silencio, para esconderme en la isla de Faro, flotar en la luz de Sven Nykvist o angustiarme con las miradas perdidas en el vacío de Liv Ullman y Max von Sydow. En eso consiste también el cine, en conjugar emociones para escapar de la indiferencia.
Sin darme cuenta, pasadas casi tres décadas desde aquellos primeros contactos, he visto más de la mitad de las obras cinematográficas de Bergman (tiene además un notable legado televisivo y documental), y debería volver a ver filmes tan elogiados como Persona, Gritos y susuros, Fresas salvajes o Como en un espejo, que en su momento detesté, para advertir la supuesta magnitud que se les ha atribuido. Con los años y la madurez, supe valorar las virtudes de películas como El séptimo sello, La vergüenza, La carcoma, Secretos de un matrimonio o El manantial de la doncella, quizá mi preferida; además de films anteriores y menos conocidos como Crisis o Hacia la felicidad.
Sigo dejándome pescar por Bergman, para que me deprima con Los comulgantes o me excite con El silencio, para esconderme en la isla de Faro, flotar en la luz de Sven Nykvist o angustiarme con las miradas perdidas en el vacío de Liv Ullman y Max von Sydow. En eso consiste también el cine, en conjugar emociones para escapar de la indiferencia.
miércoles, abril 03, 2019
BOOTLEG SERIES 72: THE BREEZE
He aquí un tributo ejemplar. En la honra, no hay mayor respeto que la fidelidad. Pocos guitarristas tan finos y placenteros ha habido como JJ Cale, templado, como ausente, de goteo delicado en la vibración de sus cuerdas. La discreción era su fuerte, un sello irrepetible. Era otro de los que nunca fallaba, sin mácula en el historial. Falleció en 2013 y al año siguiente su gran amigo Eric Clapton ya tenía listo The Breeze, el homenaje de aprecio con el que elevaba la memoria de su colega. Sí, un tributo honesto de los que merecen la pena, sin invitados de pega ni nada que suene forzado (vicio notable en muchas otras despedidas). A Clapton le secundan Tom Petty, y Knopfler, y John Mayer, y Keltner en la batería, Bramhall, Leisz, Trucks, Raphael, Willie Nelson. Y cada canción revivida de Cale sigue siendo maravillosa en las voces y guitarras de otros.
lunes, abril 01, 2019
GREATEST HITS 221: LAY THERE AND HATE ME (BEN HARPER & RELENTLESS7)
"Nunca confíes en una mujer a la que le encante el blues."
Cuando mi hijo me pide que ponga caña en el coche voy a este disco. Miro hacia atrás al detenerme en un semáforo y lo veo rasgando su guitarra imaginaria y masticando palabras que no comprende o agitando su melena dorada con las primeras canciones. Ayer, unos días después de cumplir 4 años, ahí estaba el niño rockero haciendo duetos con Ben Harper en este tema, uno de los grandes de aquel disco de hace diez años, entre las cumbres del californiano, brebaje explosivo de soul, blues y rock. Para los que respiran caña.
Cuando mi hijo me pide que ponga caña en el coche voy a este disco. Miro hacia atrás al detenerme en un semáforo y lo veo rasgando su guitarra imaginaria y masticando palabras que no comprende o agitando su melena dorada con las primeras canciones. Ayer, unos días después de cumplir 4 años, ahí estaba el niño rockero haciendo duetos con Ben Harper en este tema, uno de los grandes de aquel disco de hace diez años, entre las cumbres del californiano, brebaje explosivo de soul, blues y rock. Para los que respiran caña.
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