El bueno de Amos Lee encaja en esa categoría fiable de músicos incapaces de resbalar con trabajos desafortunados. Prestigio da la virtud, y aprecio duradero. Amos, además, ese tipo que, aunque lo sepas de sobra, aún te preguntas al escucharlo cantar si es blanco o negro, demuestra en la carrera que traza una extraordinaria facilidad para cambiar de registros con sutilidad, más bien acomodado en torno al soul y al R&B pero sin temer a que el rock o el folk desvirtuen su atrevimiento. Lo hace al natural, sin grandes riesgos, con una elegancia que sabe lucir en directo y plasmar con seguridad en sus discos. Y con My new moon (Dualtone Music, 2018) se reafirma. Su séptimo álbum exhibe una variada clase de registros instrumentales y osadías sonoras conjugadas con pericia en canciones que apuestan por la travesura o se recogen en la reflexión, desde la alegría contagiosa que desprenden No more darkness, no more light o Little light a la intensa emoción que sale de I get weak o Don't fade away. Otro hurra por Amos Lee.
Nota: 7,5/10
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