No
he encontrado el momento ideal, el ambiente adecuado, para escuchar
este disco, las sensaciones cálidas que propaga la apuesta nocturna
e intemporal de este hombre encaprichado con su maestría. Pero un
paréntesis en esta tarde lluviosa y helada junto a Van Morrison y al
volante me ha servido para meterme durante una hora en la dimensión
ausente y depuradora que crea la música. Depende de que el oyente
conecte, siempre, y este oyente conecta con este autor sin esfuerzo
alguno; por debilidad, por gusto y regusto, por lo que sea. Hace unos
meses Van creaba y recreaba blues en un disco negro algo blanqueado;
pocas semanas después publicó otro álbum de creaciones propias y
recreaciones ajenas, Versatile, con el jazz como argumento. Jazz en
el filtro de Morrison, más elegante que sudoroso, la obra de un
hombre blanco al que le sientan bien todos los colores.
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