Hubiera
estado encantado allí, en el Jazz Cafe
de Londres,
diez
años antes de pisarlo por primera vez frente a Mavis Staples,
también antes de haber descubierto a Terry Callier, de quien acabé
adquiriendo una decena de discos. Algún hechizo errante tiene este
excelente músico que me pide que lo compre cada vez que salto
las fronteras. Alive (2000) sale de entre los vinilos y una generosa
muestra
de cds de la
tienda Arlequin
para expandir la música narcotizante
que Terry
Callier había
regalado en el local londinense hace 18 años,
donde
el
folk y el soul se
funden abrazados en nubes esponjosas que se disuelven sobre la
audiencia. Sus canciones, esta exquisita selección (no faltan las
sublimes What colour is love, Step into the light o Dancing girl),
son caricias sedosas que invitan a escapar o a encerrarse en uno
mismo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario