Otros
envejecen mejor. Ahora ya no se tiñe el pelo, despeja arrugas y presume de
nieve en las entradas. El cuerpo lo conserva robusto, como ese vozarrón, este
tigre, este león. Tom Jones está pletórico, sin baile, sin cachondas de cuero a
sus pies, más meditativo y espiritual ahora, de vuelta a raíces bluseras y
rockeras. Sus últimos dos discos son fantásticos, formados por versiones de John
Lee Hooker y otros oradores de antaño en Praise & blame y de Simon, Cohen,
McCartney o Waits en Spirit in the room (Island, 2012). Ethan Johns produce
ambos trabajos, así que la música suena reposada y limpísima. En el último Jones
se hermana con el Johnny Cash
crepuscular de las grabaciones americanas. Sigue riéndose, pero desde los
altares del recogimiento. Un glorioso superviviente.
Nota:
8/10
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