Leonard Cohen no me convence. Vaya por delante que paso casi de incógnito, aunque no de puntillas, por su obra y no me detengo apenas a navegar por la fisonomía de sus elogiadas letras. Me distancia de él la aureola mística que lo envuelve, una pose e imagen de autor reverenciado que lo ha acompañado siempre y le ha otorgado un engrandecido respeto en los vastos terrenos de la comunidad musical. Old ideas (Columbia, 2012) es su último álbum. Más Cohen fiel a sí mismo, apegado a su figura espiritual de poeta del amor, la muerte y la búsqueda de identidad por los retorcidos caminos del interior.
En cambio, debo admitir en este caso que Cohen, con su nuevo trabajo, me satisface más que con los anteriores, ya ensombrecidos casi todos por el olvido. No faltan esas voces femeninas tan incrustadas en su estilo que parecen inherentes a la gravedad elitista de su discurso. La música de Old ideas se digiere al calor de la chimenea, en el crepúsculo del alma, en momentos de desconexión donde la voz y el murmullo del autor son tan turbadores como calmantes. Algunos ribetes blues en piezas como Darkness, Come healing o Different sides hacen este disco mucho más placentero que el más encumbrado de los trabajos de Leonard Cohen.
Nota: 7/10
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