El tren no es de alta velocidad, se frena cada poco tiempo y tiene que volver a tomar carrerilla para mantenerse sobre los raíles, así varias veces, sin llegar nunca a un destino sino regresando a las mismas estaciones, con billete de ida y vuelta a través de las rutas que ya conoce, sin saber donde se pone en marcha ni donde se detiene, sin revisores en los vagones, sin coches-cama en los compartimentos, la ventana cerrada, libros sobre las rodillas, diarios abiertos, miradas perdidas, cadenas invisibles. Este es un lugar siempre cálido y seguro, entra, dijo ella, un refugio para la tormenta.
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