La música… parte de nuestra vida. El momento es distinto, sí, pero en el fondo nada cambia.
Desde hace tiempo –comento con personas cercanas– hemos cambiado el modo de escuchar música, las canciones de siempre, los discos que más nos gustan o los nuevos que, por poderosas o no tan necesarias razones, nos interesan. Venimos a concluir que antes nos tomábamos nuestro tiempo, tumbados en la cama o en el sofá, en navegar por los surcos de cada vinilo o a largo de los segundos de cada cd, en leer de cabo a rabo el libreto con los créditos y las letras de las canciones, pinchábamos una y otra vez el disco que más disfrutábamos y poníamos toda nuestra concentración en aprendernos cómo los instrumentos y las voces alcanzaban los mejores instantes y nos transmitían su emoción o en encontrarle nuevos detalles a cada tema. Ahora, en cambio, nos cuesta disponer de un momento lo suficientemente largo y plenamente tranquilo como para volcarnos en el minutaje completo de un disco y ya no tenemos tanto a mano una cama o un sofá para echarnos apaciblemente, sino que con mucha más frecuencia nos valemos del equipo del coche o el reproductor de mp3 camino del trabajo o mientras nos lleva el autobús a alguna parte, perdiendo aquellos detalles entonces tan diáfanos y ahora tan dispersos.
Los nuevos soportes, el contexto en que podemos cederle un poco de atención penetrante a la música, además de la acumulación de deberes o actividades y las prisas y urgencias que nos presentan las ocupaciones diarias condicionan de un modo que antes parecía no tener cabida, la íntima relación que guardamos con la música. Pese a ello, somos unos cuantos los que nos resistimos, con la aparición de un nuevo gran disco, de una voz viva, el lloro o jolgorio de una guitara, unos coros entregados… a perder esa química, una relación sentimental inquebrantable que nos llevará unidos al fin de nuestros días.
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1 comentario:
ahora hay más música que antes y, por ello, menos capacidad de atención... todo resulta más disperso, pero, ¿eso es malo? No, para mí y no, al menos, para la cultura. Hay más. Que sea buena o mala, que guste o no, es y seguirá siendo cuestión de gustos. Sólo cambia el modo de disfrutarla, como también cambiaron en el pasado tantas cosas para que la música siga en nuestros días.
Bravo post, y bravo último párrafo.
saludos!!!
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