Ahí está, sin decirme nada especial, nada distinto, o como si no estuviera. Ni frío ni calor, ni mal ni bien. Pero a veces no puedes evitar prestarle más atención, porque escuchas algunas de sus canciones sin proponértelo. Se comparten gustos, está permitido. Esta canción, por ejemplo, me asaltó hace un año en Londres, creo que en un autobús, volviendo de las afueras hacia el corazón de la ciudad. Y me gustó tanto que la guardé. Ayer la escuché de nuevo sin que perdiera su chispa de libertad, animándome a correr sin mirar atrás con las ventanillas bajadas y el viento en el rostro.
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