No fue el mismo que hace tres años allá en la sala Apolo de Barcelona, con la inmejorable compañía de Dufresne. Pero no fue ni mejor ni peor. Fue distinto. Y la distinción, a menudo, es sabia. O la reinvención. Esta noche en la sala Roundhouse de Londres. Porque no solo Sam Beam se cambia ahora de traje (ya no parece un hippie de las praderas, sino un distinguido ejecutivo con casa en las afueras, eso sí, con su larga barba intacta), también disfraza sus canciones, hasta el punto de transformarlas de tanto retorcerlas, especialmente las que recupera de su gran obra maestra, The shepherd’s dog. Voy a llamarlo free rock, frivolidad pasajera en sentido homenaje a mi nada estimado free jazz.
A lo que vamos… Enorme Iron and Wine, hablador y simpático. Más agresivo acorde con el sonido arisco de su último álbum, travieso con los efectos de teclados y esas percusiones acompasadas y extravagantes. Medio repertorio de Kiss each other clean sonó fantástico, como la festiva Tree by the river o la apoteósica Your fake name is good enough for me antes del bis, con el batería dejándose la piel y el bajista maltratando sus cuerdas. Pero no pierde su dulzura el maestro, esa delicadeza bondadosa de su voz cuando canta He lays in the reins o cierra la noche con Naked as we came.
La medalla de oro se la cuelgan todos esos temas del Shepherd’s, desde el inicial Boy with a coin, hasta un House by the sea llevado a un sórdido callejón nocturno, pasando por una alargada reinterpretación de Wolves con la que la banda, como entonces en Barcelona, me volvió a transportar a las nubes.
2 comentarios:
No le acabo de pillar el punto al nuevo disco, pero respeto al tipo enormemente. ¡Vaya conciertacos que te pegas ultimamente, man!
Qué envidia!!!
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