Este hombre era una máquina, una fuerza de la naturaleza. Rory Gallagher transmitía con su guitarra feroz y su voz encarnizada todo el veneno sano y renovable que circula por las venas y arterias del rock and roll. Se metía al público en el bolsillo con su entusiasmo auténtico, acercándose a la gente para salpicarla de sudor o compartir un whiskey o una cerveza.
El primer contacto que tuve con Rory hace muchos años fue el torrencial directo Live in Europe (1972). Messin’ with the kid y este espectacular Bullfrog blues encumbran su propia estrella y la impagable energía brutal de su trío único y, yo diría incluso, irrepetible.
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