jueves, enero 05, 2006

LIVE IN 7: RULO Y JOSEPH

Si tuviera más tiempo, dinero y paciencia, apuesto a que me gustaría coleccionar vinilos.

Una de mis últimas experiencias musicales de 2005 fue pasar parte de la lluviosa tarde de fin de año en la buhardilla de Rulo escuchando vinilos y viendo carpetas de discos, conocidos unos y más raros otros, algunos muy difíciles de conseguir. Ya me había invitado tiempo atrás, pero nunca me venía bien un sábado por la tarde para compartir unas horas tranquilas con él y con su buena música. Esta vez sí. Tiene un cuarto junto a su habitación dedicado sólo a almacenar y escuchar discos. Allí reúne unos 2.000 vinilos (sí, muchos tienen bastantes más), distintas ediciones de un mismo disco, ejemplares que mantiene plastificados y sin abrir desde hace décadas, reliquias que muy pocas personas poseen... Y todos los tiene bien cuidados, guardados en su plástico y dispuestos de tal modo que no le dañe el polvo; posee además una lavadora de vinilos y material específico de limpieza de discos que invierte minuciosamente para conservarlos en el estado más perfecto posible.

Con placer en sus explicaciones y emoción si cabe a la hora de enseñarme alguno de sus tesoros, Rulo me fue enseñando revistas con miles de portadas de discos de músicos de los que no sabía nada, maravillosas fundas originales o alternativas de los Who, Faces, Big Brother & The Holden Company, Led Zeppellin, MC5; discos de Joe Tex y los Temptations; extraños trabajos de Pete Townshend junto a Ronnie Lane y homenajes suyos a Meher Baba; el primer album de The Hombres, otro de XIT, el grupo de indios americanos; temas de bandas inglesas de los sesenta y setenta que nunca llegaron a publicar su primer disco...

La aguja bajó muchas veces para recorrer los surcos de sus discos y crujió sobre el vinilo rodante. La música parecía desnuda y viva como nunca, como si naciera de las entrañas de sus autores, sin artificios ni lavados, auténtica. Como la de Joseph, un grupo desconocido de los primeros años setenta que sólo publicó un disco del que existen apenas referencias (cierto, porque mis búsquedas en internet no lograron encontrar datos del tal Joseph Longoria que firma casi todos los temas de su extraño disco). Rulo lo adquirió hace tiempo a un precio elevado, como muchos de los que se manejan en el mercado de coleccionistas de vinilos que él conoce bien. Pero ¡qué bien sonaba aquello!, ¡ese rock bluesero espeso y pantanoso, ahogado y de gritos desesperados! "Ya estoy comprando un cassette después de mucho tiempo y te pido que me lo grabes", le dije.

Mi contacto recuperado con los vinilos despertó el placer por tocarlos, por apreciar como obra artística el trabajo, el diseño o la concepción de las ideas visuales. Valoré, en definitiva, la grandeza del continente y olvidé el contenido, la música. Entendí incluso a los detractores del cd cuando llaman "posavasos" al soporte digital. No, no compraré vinilos, pero su encanto me parece mágico, como el que encuentran los coleccionistas cuando miman las piezas de su museo.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Supongo que mi buen amigo rulo estará contento con estas reconfortantes palabras melomeno-coleccionistas...

Anónimo dijo...

¿Quién dijo que el "long play" había muerto?. Discográficas alternativas, dj's y películas como "Alta Fidelidad" defienden la segunda juventud del soporte analógico frente al frío y desnaturalizado "Compact Disc".

El vinilo es un material plástico y sólido, que se presenta en su forma original como un polvo de color blanco. Se fabrica mediante la polimerización del cloruro de vinilo, que, a su vez, es obtenido de la sal común y del petróleo. Pero el vinilo es también algo más. Se trata del material del que han sido hechos muchos sueños desde casi la era del fonógrafo. Fiestas con Scott Fitzgerald, los diabólicos aullidos de Robert Johnson, el giro de caderas de Elvis Presley, las buenas vibraciones de Beach Boys, la rabia de los Stooges, el primer single de los Smiths, el último de Hefner. El ruido de fondo siempre era una especie de huevo frito, un crujido dando vueltas y vueltas en el tocadiscos a 45 ó 33 revoluciones por minuto. ¿Pero no había muerto el vinilo? ¿Lo matarían las cintas de carretera? ¿O el compact disc? Pero, ¿no acabó el mini disc con el CD? ¿Y dónde situamos aquí al MP3 o al inagotable archivo de Napster?.

Si atendemos a la situación actual del mercado, entendido como «las listas de ventas», da la impresión de que el vinilo hubiese desaparecido de la faz de la tierra para quedar relegado a las catacumbas que habitan los puristas del sonido analógico o los lectores de fanzines, que deambulan por tiendas especializadas en techno, reagge o indie; o que solicitan cuantos catálogos ofrece Internet.

Pero no sólo no ha desaparecido, sino que, encima, vive una segunda juventud, una especie de revival alimentado tanto por películas como Alta Fidelidad (basada en la novela homónima de Nick Hornby), como por la subterránea labor de sellos como Elefant o Sub Pop, la actividad de los dj's -que prefieren el vinilo al CD- y de medios semiclandestinos de comunicación.

En un Time Out de agosto, se publicaba un artículo sobre el renacimiento del vinilo y del mercado de singles y long plays. En él se incluía la llamada teoría Neil Young. El ilustre autor norteamericano piensa que, como el CD tiene un formato digital -no es música como tal, sino sonido dispuesto en forma de códigos binarios-, podemos advertir absolutamente todos los detalles de una canción la primera vez que la escuchamos. Y, como nada se esconde a la sensibilidad del oído, el cerebro no se siente impulsado a poner el CD por segunda vez. «En realidad, no estás escuchando música -añadía-, sino códigos y dígitos, tonos y frecuencias que recrean el sonido de la música».

Anónimo dijo...

Siempre sorprendente

El vinilo, por el contrario, siempre depara sorpresas. La enésima vez que pinchas el Tremolo de My Bloody Valentine, quizás es la primera en la que detectas que hay siete guitarras sonando al mismo tiempo. La quinta vez que disfrutas del Orange Crate Art de Brian Wilson y Van Dyke Parks, puede ser la primera en la que percibes una increíble melodía de piano. Puede que Neil Young sea un paranoico y esté un poco loco, pero eso no le quita parte de razón. Han pasado ya muchos años desde que la industria -las grandes multinacionales como Sony no sólo publican discos, sino que crean y desarrollan equipos de alta fidelidad, lectores de CD, televisores- presentó al gran público la superioridad del compact respecto al vinilo en lo que se refiere a la calidad del sonido, nitidez o limpieza.

Además -sonreían-, un compacto nunca se raya. Si obviamos lo ridículo de esta última afirmación (un CD rayado es muchísimo peor que un long play rebelde a la aguja), hay una forma de probar esto: ponemos un vinilo de 180 gramos, los más duros y resistentes, y un CD del mismo título. En una primera escucha, tenemos la impresión de que el CD suena mejor, tal es su brillantez y claridad; poco a poco, en segundas y terceras audiciones, las preferencias se igualan, pero, al final de la sesión, un vinilo produce una menor sensación de cansancio o saturación. El sonido orgánico de un acetato es más natural.

Según Luis Calvo, director del sello Elefant (casa de gente como Carlos Berlanga, Beef, Pribata Idaho, Le Mans o Nosoträsh), «el vinilo es algo tan bonito, tan visual, que no se puede comparar estéticamente al CD. Las portadas de los discos en formato grande son mucho más atractivas e impactantes y, bueno los 'singles' de vinilo son el objeto más pop que nunca se haya inventado. Es un formato perfecto para la música y el tamaño ideal para el diseño. Y si tienes un buen plato (tocadiscos) y un buen equipo en casa, suenan de maravilla. Creo que el sonido es mejor, más cálido y dulce».

Anónimo dijo...

Puro consumismo

Muchos serán quienes se pregunten cómo puede resultar mejor el sonido de un giradiscos que el de un reproductor de CD. Pero la razón es bastante simple, dado que lo más importante reside en la naturaleza del sonido, y sólo después, en la calidad del soporte. El sonido de un disco de vinilo es analógico desde la fuente hasta la salida; no experimenta cambios de onda decisivos en un buen equipo.

La información sonora de un compact es, en cambio, digital. Al salir, se debe convertir nuevamente en analógica y, para ello, ha de reducir las curvas originarias de sonido a 0 y 1, con lo que se pierden matices. Quizás sea esa la razón por la que, el pasado año, Sony/Philips lanzó la idea del reproductor de CD Super Audio, con el reclamo de que el sonido poseería «la misma calidez del vinilo».

¿Para qué, entonces, crear el compacto? ¿Tendrá algo que ver con el capitalismo y la sociedad de consumo? Los vinilos ocupan demasiado espacio en la tienda de un centro comercial y, además, ofrecen una sensación de exclusividad que la industria no desea. El mercado potencial ha de ser lo más amplio posible y debe incluir a las personas a quienes la música no les interesa, pero la consumen como cualquier otro producto.
Apunta Luis Calvo que «la música electrónica ha sido fundamental. Si la industria deja de fabricar platos, se muere el vinilo, pero si hay 'dj's' que pinchan vinilo, el asunto resulta interesante y se siguen vendiendo platos. En el futuro, es posible que el LP sea un capricho para 'fans', coleccionistas y amantes de la música, aunque pienso que seguirá vendiéndose e, incluso, crecerá un poco. Ahora existe un lector digital que lee vinilos, y eso es básico para que éstos sirvan de algo. Es como si te compras un cartucho antiguo de ocho pistas: ¿dónde lo pones, si apenas quedan reproductores?».

Anónimo dijo...

Identificación por los surcos

Si comprar un clásico long play requiere cierto conocimiento e implicaciones musicales, el cd es puro populismo, como los equipos de treinta mil pesetas en los que suenan: democracia artística, económica y sentimental de la peor calaña. En este sentido, un compacto es más un objeto que una obra de arte. No hay más que entrar en una tienda en la que aún conserven cierta sensibilidad y comparar la versión en vinilo de Moondance (Van Morrison) con su correspondiente CD para darse cuenta de la diferencia: éste semeja una fotocopia cutre del primero. Y las reediciones en compacto de clásicos del jazz parecen copias piratas.

Quizás porque el CD no sea real, sino virtual, o porque ahora, con la tecnología del regrabado en los ordenadores, los soportes vírgenes y los escáners digitales, cualquiera puede hacerse uno en casa. Insisto: la comodidad y posibilidad de uso del compact disc no significa que sea el formato de mayor calidad.

No hace mucho, se publicó en la revista de divulgación Discover que un hombre -un tal doctor Arthur Lintgen, físico de profesión- era capaz de identificar la obra grabada en un disco de vinilo mediante la mera inspección visual de sus surcos. El buen señor aseguraba que, con sólo mirar un disco de música sinfónica de cualquier época posterior a Mozart, podía identificar el compositor y, algunas veces, hasta los intérpretes.

El caso fue tomado muy en serio por el Comité para la Investigación Científica de las Afirmaciones Paranormales, que, tras someter a Arthur Lintgen a rigurosas pruebas, admitió que decía la verdad. El físico identificó correctamente dos versiones distintas de La Consagración de la Primavera de Stravinsky, así como el Bolero de Ravel, Los Planetas de Holst y la Sexta Sinfonía de Beethoven. Como control, se le mostraron otros plásticos, uno rockero, que fue etiquetado como «un guirigay».

Por muy asombrosa que nos parezca esta habilidad, la cuestión no viola ningún principio importante de la realidad física, ya que la información estaba presente en los surcos y lo sorprendente era sólo la manera de extraerla de ellos. ¿Refuta eso la supuesta superioridad del CD? ¿Nos dice algo sobre las propiedades casi místicas del vinilo?.

Es probable, como también es posible que Beck, Oasis o Nirvana -que han incluido canciones extra en la versión en long play de sus lanzamientos- tengan razón a la hora de reivindicar un formato que exige cuidado y una atención personalizada casi propia de un monje, pero que también suele darnos grandes satisfacciones y se muestra tremendamente agradecido. Como todo lo bueno en esta vida.

Anónimo dijo...

GRACIAS RUBEN, por darme la oportunidad de tratar de convertiros a la MAGICA RELIGIÓN DEL VINILO!!!!!!!!!!!!!!!

rubén darío dijo...

De nada, Rulo. Tus comentarios son enriquecedores y debería copiarlos para hacer el siguiente post con su texto en tribecasessions para difundirlo más claramente.

Pero permíteme un apunte. Hablas de "mágica religión del vinilo" y las religiones acostumbran a imponerse y a ser intolerantes. Y lo que no me gusta de muchos defensores a ultranza del vinilo (a ti no te incluyo) es el rechazo y desprecio categórico que sienten por el posavasos (perdón, el cd), a veces por que es, como dices, populista, porque todo el mundo lo compra y consume. La música es un arte y una distracción que cada uno la disfruta y siente como quiere. Y con el sonido de un cd en tus oídos puedes obtener momentos de goce y placer tan legítimos e intensos como los que tienen los consumidores de vinilo.

Gracias a ti por tus palabras y aquella especial tarde de música en tu cuarto.

Anónimo dijo...

Puedes usar el comentario cuando quieras, ya que las palabras vertidas en este espacio libre y comun de opiniones son a su vez libres y por tanto reutilizables en cualquier ocasión. (y además sé que quedan en buenas manos, siendo un orgullo para mi!)

En cuanto a tu comentario sobre la religión,tienes mucha razón, pero como bien matizas: "acostumbran a imponerse"; siendo (o debiendo ser) la música y por tanto el vinilo una excepción, pues esta es de libre elección, y al igual que por ejemplo tomar "garrafón" o un buen Ron (en tu caso!), se puede elegir, no implicando ello que quien elija "garrafon" deba ser apartado o segregado de alguna manera, aun asumiendo la gran mayoria de expertos que este es inferior en calidad a un buen Ron.

Pues lo mismo pasa en los formatos que reproducen nuestra amada música. Lo tenemos que asumir, y yo el primero. No se debe rechazar al comprador/grabador compulsivo de CDs o descarga de mp3, ya que siempre existirá gente que le guste el "garrafon" (o que nunca haya tenido/buscado la oportunidad de probar un buen Ron), sin tratar de aspirar a algo superior, o incluso, existirán momentos en los que yo y el resto de la humanidad, debido a las CIRCUNSTANCIAS, tengamos que beber una pequeña copa de "garrafon" por que no ha sido EDITADO en buen Ron.


PD: ( simplemente son cuestiones de elección )

rubén darío dijo...

Estás hecho un artista de las metáforas. Me vale la que has escogido. Sigamos bebiendo y escuchando música como más nos guste, pero que no deje de existir.

Anónimo dijo...

Ahí queda eso! para quien quiera saber mas.

http://es.wikipedia.org/wiki/Disco_de_vinilo