martes, noviembre 26, 2024

VOLUME TWO 128: (TENEMOS UN PROBLEMA CON) NICK Y JOSH

¿Problema? No, en realidad no, pero como titular es aceptable. Además, ¿a quién le importan nuestros problemas? Admitamos, ya que nos entendemos escribiendo y hablando sobre música, que hay ciertos músicos cuyos elogios no llegamos a comprender, a admitir incluso, cuando lo que ocurre en verdad es que no encajan en nuestro radio de aceptación ni entre el amplio grupo de afinidades que acogemos. Tan sencillo como eso. Lo que merece reverencias y alabanzas, cinco estrellas de puntuación y dieces de valoración, en estudio o en vivo, es para nosotros una opinión desmesurada, si cabe un indigesto castigo. Hablamos hoy de Nick Cave y Josh Tillman, Father John Misty.


Les damos más de una oportunidad una vez que entran en nuestro territorio, amparada por un disco que en su momento nos gustó mucho y que aún nos gusta o por un par de temas en otro par de álbumes que consideramos más que aprobados, sugerentes. Son más las reprobaciones que los beneplácitos, y aun así, con cada novedad de su carrera, nos prestamos a escuchar su nueva producción con atención y con el deseo esperanzado de que nos convenza, de que digamos por fin que ahora nos agrada este músico, que ha conseguido alcanzarme. Pues nada: los ensalzados álbumes de Nick Cave & The Bad Seeds y Father John Misty (Wild God y Mahashmashana) no nos llegan al aprobado.

Quizá es que tenemos un problema con Nick y Josh que nos impide asumirlos con el juicio despejado, cada uno por sus propias razones, parecidas en definitiva. Por el abrumador dramatismo interpretativo de Cave y sus canciones trascendentes, por la grandilocuencia orquestal de Tillman. Acabamos agotados de la gravedad de uno y de la languidez de otro, en la negrura de sus trajes. Salvemos algún punto a favor, no obstante: Wild God deja un poco de luz entre la maleza para sacudirse la depresión de los anteriores discos; Mahashmashana guarda un par de fogonazos en el repertorio que son alivio frente al tedio. Lejos del aprobado.

domingo, noviembre 24, 2024

VOLUME ONE 679: SMALL CHANGES (MICHAEL KIWANUKA)


Small changes
(Polydor, 2024). Pocos cambios. Lo mejor que se puede decir del último disco, el cuarto, de Michael Kikanuka es que apenas hay cambios respecto a los dos inmediatos antecesores. Lo peor que se puede decir es que poco o nada cambia. Es decir: todo bien, pero... No es una contrariedad, es la evidencia de unos rasgos reconocibles, de un ambiente reiterado (repiten Danger Mouse e Inflo en la producción), una identidad que vuelve a funcionar con tanta aprobación como generar el recelo hacia un músico reacio a salirse de su acomodo. 

A la altura de este cuarto álbum, Kiwanuka compone un trabajo con sello de fábrica (ese soul folk plácido y caluroso, ese clima contemplativo de su voz distendida o de los coros balsámicos), una fórmula a la que esta vez no acompañan canciones mayúsculas como las que había en Love + Hate (2016) y en Kiwanuka (2019). Su nuevo capítulo, del que se desprende una madurez demasiado conformista, guarda una cuantas piedras preciosas (Small changes, Rebel soul, Follow your dreams) pero ninguna joya para llevarnos al éxtasis.

Nota: 7/10

lunes, noviembre 18, 2024

BOOTLEG SERIES 128: JESSE & BRUCE


He aquí una causa solidaria, un gesto de aprecio y amistad auténticos, un tributo natural y verdadero, un deseo, y una canción sensacional. El homenajeado es Jesse Malin, quienes revuelven entre su música son amigos cercanos y camaradas de escena, el motivo es brindar una ayuda que sufrague lo que cuesta su tratamiento médico, el tema es She don't love me now, y el deseo, volver a caminar pronto, tal vez bailar. 

Jesse Malin está paralizado de cintura para abajo a causa de un derrame cerebral que sufrió el año pasado. Debe someterse a ejercicios de rehabilitación diarios y cuidados. Un grupo largo de amigos no han dudado en cantar sus canciones para el álbum Silver Patron Saints. En la alineación hay campeones del mundo: Springsteen, Costello, Lucinda Williams, Spoon, Wallflowers, Tom Morello, Ian Hunter, Billie Joe Armstrong, Graham Parker...

Un tema, un temazo de versión. Bruce Springsteen emborrachado de soul destilado en Stax. El vídeo, con Malin en un cameo que ni te enteras si pestañeas y Reverend Paul Bearer como entrañable soñador en el fondo de un licor que te lleva a las nubes del baile desde la barra del bar destinada a los solitarios. Ese saxo glorioso sube hasta una volcánica temperatura... Cuesta no estremecerse.

domingo, noviembre 17, 2024

VOLUME TWO 127: JOHN BUTLER


Un día, cuesta recordar cuándo, me dejé seducir por las brisas metálicas del trío de John Butler. Supe tres o cuatro detalles del líder del grupo, un guitarrista de los que pudiera tener una furgoneta por hogar rodante y un océano por evasión de las que dan sentido a la vida, adrenalina espiritual, allá donde las olas rompen contra las costas de Australia. La corriente se fue llevando a Butler de mis pasos, pero resulta que tras muchas muchas lunas llenas sobre el manto del mar, el hombre reaparece en el horizonte con el eco de sus guitarras acústicas, de su dobro, de un banjo y de las manos que golpean la caja y propagan sensaciones de bienestar expansivo.

Esto es lo que John Butler, esta vez sin Trio, consigue en Still searching (2024). Un trabajo instrumental más sutil, como irreal y etéreo, que los álbumes con los que acerqué a él hace tiempo, obras que conviene defender y aconsejar (Three, Sunrise over sea, Grand National... nos vamos a hace dos décadas) para quien guste de esas sociedades que el folk y el rock firman a menudo con el blues, el bluegrass y diversas tradiciones de raíz. Butler es hijo de California y ciudadano australiano, donde su música en las calles lo dio a conocer y a crear sus primeros seguidores. Su música tienes ese latido limpios de la intemperie, el contacto con el cielo, la tierra y el mar con la vibración que brota de sus guitarras.

jueves, noviembre 14, 2024

BONUS TRACK 297: CANNED WHEAT (THE GUESS WHO)


En el reencuentro de hoy con un viejo amigo hubo tiempo para sorprendernos por cómo ciertas cosas del pasado no tienen cabida en el presente, serían inadmisibles, no encajan o no se toleran. Hablábamos de películas, con sus argumentos y comportamientos de personajes; y ocurre lo mismo con discos antiguos, con música con la que hoy no te encuentras, autores que tampoco caben o que ya no tienen espacio para ellos. The Guess Who, por ejemplo. Con aquel álbum suyo del 69, Canned wheat.

Escuchas al grupo por aquella época y no aciertas a saber si su música tiene ubicación de fabricación británica o norteamericana; si se inclinan al pop o se arriman al rock, o mantienen el equilibrio sobre la cuerda del rhythm and blues; si son un grupo del montón de olvido rápido o si en realidad exhiben virtudes que sacan con timidez de su escondite. Puede que los canadienses no vayan a figurar nunca entre el grupo lustroso de las bandas elegidas, que solo conserven en el recuerdo popular uno o dos temas de su discografía. Pero en álbumes como Canned Wheat retienen esa cualidad invisible de experimentar sin pretenderlo, de ser brillantes sin parecerlo.

miércoles, noviembre 13, 2024

GREATEST HITS 351: COME PICK ME UP (RYAN ADAMS)

Al enterarme, corrieron las preguntas unas detrás de otras. ¿Por qué ha elegido mi ciudad entre tan pocas a su paso por España? ¿Será tan arrogante y antipático como hace quince y veinte años? ¿Vestirá aún las cazadoras vaqueras dos tallas más pequeñas y con parches? ¿Advertiremos el desgaste de sus 50 años detrás del cabello sin domar? ¿Se recogerá en la desnudez de aquellas grabaciones en Carnegie Hall o vendrá con banda? ¿Se limitará a honrar solo los 25 años de Heartbreaker o pescará en Gold o más álbumes para hacer de la noche una fecha inolvidable? De Ryan Adams conviene quedarse con lo buen músico que fue durante ya un tiempo. Ojalá lo vuelva a ser en mi casa. 

domingo, noviembre 10, 2024

VOLUME ONE 678: ACADIA (YASMIN WILLIAMS)


La obligación laboral me puso en contacto esta semana con un maestro de la música clásica, Rogelio Groba Otero, director y compositor, con quien pasé parte de una mañana hablando y reflexionando sobre la música. Yo le pregunté: ¿qué es la música artísticamente elevada?, a lo que él se había referido antes. No puedo reproducir el largo diálogo que suscitó el interrogante. Pero a propósito de esta pregunta y de las respuestas que cada uno podamos tener, me permito responder que es muy posible que pudiéramos poner como ejemplo de arte musical elevado Acadia (Nonesuch Records, 2024), el trabajo más reciente de Yasmin Williams.

A falta de antecedentes sobre la autora, me quedo con las sensaciones para referirme a esta multiinstrumentista que con sus dedos y su guitarra practica el finger style, una virtuosa y expresiva técnica que acaricia y puntea las cuerdas originando un cálido eco metálico, a veces acompañado el golpeo de la caja con las manos. Son virtudes, las de Yasmin, que nunca caen en el exceso, que no está fuera de lugar, sino que crean un embriagador paisaje sonoro sutilmente acompañado de percusión, violín y unas pocas voces. Acadia es música abierta que lleva al oyente al corazón de la naturaleza, lejos de todo, con el aire de una montaña o el rumor de un río atrapándolo por completo. Una experiencia artísticamente elevada.

Nota: 7,5/10

viernes, noviembre 08, 2024

BOOTLEG SERIES 127: DREAM HARDER DIRECTOR'S CUT


Como si de una película se tratase, Mike Scott ejerce de director de cine de largo alcance para descubrir la versión alternativa de uno de los discos menos recordados de los Waterboys, su director's cut. Hablamos de Dream harder (1993), cuando Scott trató de captar la fuerza de su 'big music' en estudios estadounidenses y se quedó tan debilitado lejos de casa que tardó después siete años en juntar a su banda. El resultado, sin ser calamitoso, dejaba añoranza por la cosecha anterior y, cierto, apenas se recuerda tres décadas después la furia hablada imparable que propagaba el tema The return of Jimi Hendrix.

Con esta versión del director, Scott recupera copias que de alguna manera guardaban él y el productor Brendan O'Brien para darles nuevos enfoques, nuevas formas, cambios, variaciones o caprichos que vierten sobre este renovado Dream harder una capa de barniz crudo, un brillo enérgico que revive a los más eufóricos Waterboys. Me vale el experimento, sirve para hacer las paces con el álbum original... y, con esto de publicar proyectos alternativos, vuelve a despistarme a la hora de querer tener controladas las discografías de los músicos admirados, confundido entre lo oficial y lo no oficial, o las dos cosas a la vez.

sábado, noviembre 02, 2024

VOLUME ONE 677: SONGS OF A LOST WORLD (THE CURE)

No me encuentro entre los grandes aficionados de The Cure, banda por la que, en todo caso, siento un moderado aprecio y un más alto respeto. Aunque solo sea por aquella temporada lejana en la que me encerraba en la habitación siguiendo las letras de Disintegration y Wish. Así que no me veo en la mejor posición para evaluar qué alcance puede tener entre la hinchada Cure (si se mantiene fiel a lo largo de las décadas) el regreso al mercado después de 16 años para su decimocuarto álbum de estudio: Songs of a lost world (Capitol, 2024). A mí, ya digo, lejos de la fidelidad o la devoción y sin anhelar que llegase el momento de este retorno, me ha dejado saciado, y en algún momento extasiado.

Estas ocho canciones de un mundo perdido (curioso, los también veteranos y poco prolíficos Tears for Fears han titulado su reciente álbum en directo "canciones para un planeta nervioso") vienen a digerirse, quizá interpretarse, como la caída del telón de un grupo sin el que no se podría entender gran parte del pop y el rock de los años ochenta (aquel que resiste el peso de la marchitamiento), solo que cuatro décadas después. Momento el de hoy en el que los Cure son los reconocibles Cure de siempre y su densa capa de guitarras y sintetizadores, y la voz melancólica de Robert Smith, crean su inconfundible atmósfera de tristeza bella, de angustia con esperanza.

Este regreso (aunque la banda nunca ha dejado de estar junta y de girar) es una buena noticia que evita el destiempo, que no cae en la intrascendencia o el olvido, que deja limpia la huella histórica del grupo y la extiende hasta el presente: definida, íntegra y poderosa. No hay delicias pop en Songs of a lost world, pero sí esas largas introducciones antes del primer verso que dan forma a ese muro sónico compacto que en temas como Alone, All I ver am o el apoteósico cierre de Endsong conducen a una abrumadora satisfacción. En cinco años el primer álbum de The Cure cumplirá medio siglo; quizá entonces llegue el final, que en 2024 se anticipa con un disco que se viste de testamento.

Nota: 8,5/10