sábado, junio 03, 2023

LIVE IN 294: DYLAN X 8


Esta vez, la octava en tus últimos 25 años de vida, a los 82 tacos del fulano y tras un álbum colosal (Rough and rowdy ways), vas sin tener la certeza de nada. El lugar, el teatro Coliseu de Porto. Y una hora antes te paseas por la parte de atrás, donde ves el autobús de gira aparcado con las luces encendidas, las cortinas corridas pero nadie dentro. Te encuentras con unos paisanos ante la verja que preguntan al personal si el hombre ya ha entrado, si va a marcharse nada más acabar o aún esperará un rato. Y repasas lo típico: las veces que lo has visto (la primera, la última), los conciertos a los que fuiste hace unos meses, hace años...

Te sientas 50 minutos antes y ves como el teatro se va llenando, como sube el volumen del murmullo, el público consultando el reloj, porque el móvil te lo han metido en una bolsa sellada de tela para que no puedas ni mirar la hora. Crecen los nervios también: pero si he visto a este tipo siete veces antes, me lo sé de memoria casi, ¡por qué este gusanillo, esta inquietud maravillosa! Hasta que todo el mundo está sentado y primero se apagan unos focos y después otros, y desde el asiento ves siluetas en sombras que se dirigen a sus instrumentos. Gritan algunos, y tú también.

Llega casi a las dos horas, da cinco veces las gracias y presenta a la banda, tipos con los que ha compartido miles de horas en la carretera como para ser su familia de sangre (sagrado Tony, bendito Charlie); está de buen humor Bob, dices. Recorre su último disco, salvo el monumental tema final, escoge cinco o seis temas olvidados de trabajos lejanos y descarta toda canción clásica, típica. Canta como siempre y canta como nunca, qué bien canta tan mal, qué hermoso es oírle recitar, dejar arrastrar un verso final. Acaba, sales deprisa y llamas por teléfono para volver a decir que ha sido la hostia, que decir que es tan grande es quedarse corto.

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