Al final le he echado mano, vista, oído y emoción al volumen con el que mi paisano Tito Lesende ha querido revivir las sensaciones añoradas de la música en vivo. Desde el tocadiscos ahora que no podemos ni rozarnos en una sala, un teatro o un pabellón, o con el reproductor en marcha, y unos cuantos recuerdos de vivencias irrepetibles. La propuesta, el repaso, el juego, se llama Los 100 mejores discos de rock en directo, que edita Efe Eme, al que el prólogo de Fernando Neira y la introducción del autor invitan irresistiblemente. La selección, explica Lesende, excluye la música en castellano (objeto, quizá, de un próximo volumen), y una vez metidos en materia se trata de dejarse poseer por la música directa y en directo que nace de los artistas seleccionados. Estaremos de acuerdo con una buena parte, tendremos cuentas pendientes, quizá querremos escuchar aquello que antes no nos atraía o deseemos volver a dejarnos devorar por lo que una vez nos engulló vivos y nos dejó en los huesos. La música en vivo, en todo caso, es una necesidad, y es una de esas cosas que muchos llevamos casi un año queriendo recuperar para sentir que aún tenemos pulso.
Esta es mi experiencia con el libro de Lesende: he escuchado 44 discos de los 100 que escoge, de los que tengo algo más de la mitad; me animo a dedicarle mi tiempo a dos puñados de álbumes (Little Feat, Depeche Mode, Bonnie Raitt y Rush entre ellos) y seguiré resistiéndome a otro puñado (Judas Priest, Genesis, Sepultura y Scorpions, por ejemplo). Algún día jugaré a hacer mi lista particular para incluir alguno que he echado de menos (y sí, ahí meto al menos dos en castellano, de Radio Futura y Miguel Ríos).
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